La moda en 1900
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Winifred, duquesa de Portland. John Singer Sargent, 1902 |
La estilizada, espiritual, elegantísima y algo decadente duquesa de Portland, es uno de los ejemplos más emblemáticos del atuendo de las clases altas en la década de 1900-1910. Pero no nos engañemos: luce un atuendo de fantasía, acaso realizado para un baile de disfraces y de ahí su alto cuello de armado encaje, inspirado en la moda del siglo XVI. En todo lo demás la farsa resulta fallida e incompleta, pues ese vestido de satén marfil, con cuerpo drapeado adornado con perlas, está de plena moda en 1902. En cuanto al abrigo de terciopelo rojo y cuello vuelto, con hechuras de capa, es la prenda exterior más elegante para las salidas nocturnas, tanto para asistir a un baile como para ir al teatro o a la ópera. Con el tiempo recibirá la denominación, precisamente, de "abrigo de ópera".
Winifred es una mujer de su época y su palidez natural seguramente ha sido realzada por medio de los polvos de arroz, extendidos generosamente por rostro y escote. Un ligero rubor y unos labios realzados con carmín completan su maquillaje. Todavía no ha llegado el momento en que una mujer respetable se acicale como una cupletista, pero en unos pocos años (gracias en parte a la popularización del cine) carmín, rubor y otros afeites se verán como algo corriente.
Pero volvamos a la adorable Winifred. Su peinado alto, falsamente descuidado, mantiene su volumen gracias a rellenos de crepé o postizos. Uno de los must de la época será tener (o aparentar) un cabello idealmente ondulado y abundante, con cada vez más complicados peinados conseguidos a base de sofisticados artificios.
En realidad todo es artificio durante estos años. Nunca antes la mujer ha sido más idealizada. Ni más temida. Desde la sufragista a la femme fatale, pasando por la obrera o la madre de familia, la mujer de la primera década del siglo XX lleva tras de sí un halo de perdición que no es más que el reflejo de la incomprensión por parte de una sociedad masculina cada vez más desconcertada ante sus avances. Pero nada es perfecto, y entre estos incuestionables avances no se encontrará precisamente la comodidad en la vestimenta.
La belleza natural, sin ayudas cosméticas, era el ideal de principios del siglo XX, |
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En estas Gibson Girls podemos ver un ejemplo de peinados de moda en 1900: recogidos en moños altos, con grandes volúmenes y un aspecto falsamente descuidado |
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El corsé de la época enfatizaba la ideal figura en "S" |
Básicamente se trataba de empujar diferentes partes del cuerpo más allá de sus límites normales y así la poitrine es empujada hacia delante, el estómago hacia dentro y el derrière hacia fuera. Resultado: la figura en "S" (de soponcio, que alguno que otro habría ante tanto empujón antinatural). Para conseguir este efecto, aparte del corsé, se jugó con diferentes patronajes y astutos cortes en las prendas.
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La dama elegante de 1900 no conocía la comodidad ni estando de vacaciones en la playa... |
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...ni de paseo por el parque, flirteando con el pollo de turno |
La blusa, prenda estrella de la época, pasará por diferentes transformaciones a lo largo de la década. En un principio se fruncirá de forma espectacular por delante, justo encima de la cintura, "inflándose" hasta el punto de conseguir una caída que enfatizará más todavía la figura en "S". Más adelante talle y mangas se irán estrechando, desde los hombros hasta las muñecas, y éstas se ajustarán hasta llegar en algunas ocasiones a tener un aspecto de funda.
El característico cuello alto de la década llegará a alcanzar cotas de incomodidad; se realizará en el mismo tejido que la blusa, bordado o adornado con encajes, en muchas ocasiones rematado por lazadas de gran tamaño. Se ponen de moda los canesús, con tira bordada o volante, que dan un aspecto todavía más infantil e ingenuo a la prenda. Los tejidos solían ser ligeros y cómodos, tales como la fina batista, la más recia popelina o el sofisticado plumeti (pequeños topos bordados sobre la tela, en la misma gama de color o en ligero contraste).
El característico cuello alto de la década llegará a alcanzar cotas de incomodidad; se realizará en el mismo tejido que la blusa, bordado o adornado con encajes, en muchas ocasiones rematado por lazadas de gran tamaño. Se ponen de moda los canesús, con tira bordada o volante, que dan un aspecto todavía más infantil e ingenuo a la prenda. Los tejidos solían ser ligeros y cómodos, tales como la fina batista, la más recia popelina o el sofisticado plumeti (pequeños topos bordados sobre la tela, en la misma gama de color o en ligero contraste).
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Esta blusa es un claro ejemplo del comienzo de la década, con abombada cintura y mangas todavía fruncidas |
Las faldas, de ligera forma acampanada (de corola, se les llamaba), con costuras planas y cosidas por delante, conseguían por detrás un volumen de falso polisón a base de pliegues abiertos que en muchas ocasiones conllevaban la formación de una cola, más corta durante el día y más larga, majestuosamente arrastrada, para la noche. Con el paso de los años esta cola irá desapareciendo, los tejidos se harán más ligeros y el largo irá subiendo hasta dejar una parte del tobillo a la vista.
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Las hermanas Spencer llevan el atuendo formal de diario más comúnmente adoptado durante la década: blusa blanca fruncida y sobria falda oscura |
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El traje sastre de la época, con tejidos y detalles extraídos de la vestimenta masculina, era el empleado durante el día para actividades que exigían comodidad |
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Los pesados trajes de encaje, como este que luce la actriz Luisa Labal, tuvieron gran aceptación entre las elegantes de mediados de 1900 |
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Sofisticado traje de noche en raso blanco, con escote drapeado y mangas de encaje. La silueta en "S" y los cortes que forman la cola, le dan apariencia de falso polisón. |
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En este elegante traje, en chiffon rosa degradado, podemos ver casi todas las características de la silueta de la década |
Con la excepción del siglo XVIII, no ha habido en la historia de la moda otra época tan fastuosa en la confección de sombreros como la Belle Époque |
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Este sencillo sombrero de paja, con cinta ancha de gro en negro, se convierte en un ornamento de gran sofisticación por mor del pájaro disecado |
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A primeros de siglo los trajes de baño todavía eran voluminosos, oscuros y algo recargados: ni la niña se libra |
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En este traje de franela de algodón, escotado y con mangas cortas, se puede ver ya una clara disminución en la cantidad de tela empleada y en la ornamentación |
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La muchacha de 1903 enfundada en su cómodo y fresco traje de verano: cuello rígido, corsé, enaguas, sombrilla y sofisticado sombrero |
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Por mucho que pueda parecerlo, no se trata de una apicultora sino de una dama protegida y preparada para un paseo en automóvil |
La mujer elegante de 1900-1910 será una criatura recargada, hiperfemenina, encantadoramente frívola y muy sofisticada, sometida todavía a la tortura del corsé. Y esa misma mujer, por circunstancias económicas, laborales o ideológicas, buscará liberarse de esa imagen blanda y encorsetada adoptando un tipo de indumentaria cada vez más cómoda y práctica, en muchas ocasiones copiada directamente de la masculina (excepto en los todavía prohibidos pantalones).
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Con la desaparición del corsé también desaparecerá toda una manera de entender la moda, la feminidad y el papel de la mujer en la sociedad |
(1) En realidad nunca ha desaparecido del todo: tuvo una breve reaparición en los años 50 del siglo XX, junto con las enaguas de can-can. Hoy en día se utiliza también como prenda exterior (con un armazón de ballenas flexibles mucho más cómodas que las de antaño) o como sugerente prenda íntima destinada a durar puesta un breve periodo, ya que no resistiría la agitada jornada de una mujer del siglo XXI.