La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

jueves, 28 de agosto de 2014

LAS OTRAS: Conchita Ledesma (II)

Conchita en actitud modosa, con la obligada mantilla
de blonda y los también obligados dijes de oro
Después de la debacle del Central Kursaal madrileño a Conchita no le llueven los contratos precisamente, aunque su fama-y, sobre todo, su belleza- le ha convertido en una figura popular. Como ejemplo de esta popularidad aquí os dejo un curioso testimonio. Con motivo del cambio obligatorio de uniforme para los cocheros de Madrid (los antepasados de los taxistas) a alguien se le ocurren unas coplillas que, entre otras cosas, dicen en madrileño castizo:

Sólo sé que con los trapos
seremos la crema mesma
y que estaremos más guapos
que la Conchita Ledesma

Cocheros madrileños de finales del siglo XIX
(fuente: historias-matritenses.blogspot.com)
No sirviendo su belleza para mucho más que para ser admirada por el pueblo (que no es poco), la reina de la Mi-Câreme decide encauzar su carrera por otros derroteros. Haciendo caso omiso de los consejos de la crítica, se empeña en ser coupletista y bailarina, es decir, en cantar y bailar al mismo tiempo. Teniendo en cuenta su falta de talento y que, por una vez, una mujer fue incapaz de hacer dos cosas a la vez decentemente, decide Conchita bregarse con los escenarios extranjeros no sin antes pasar por alguno español, como el Otto-Karelli de Bilbao.
Ni corta ni perezosa regresa a París, siendo recibida como la penúltima artista española en llegar a un lugar donde no faltaban precisamente ni artistas, ni españolas, ni guapas mujeres. Es agasajada por ser precisamente esto último y porque, al menos durante un tiempo, también en París resuenan lo ecos de la última elección de la reina de las reinas de los mercados. Alcanza fama suficiente como para ser mencionada por el escritor y periodista Luis Bonafoux en su libro "Bombos y palos. Semblanzas y caricaturas", publicado en 1907, donde habla de todo lo divino y lo humano. No sabiendo muy bien dónde colocar a la Ledesma y teniendo en cuenta que fue Bonafoux conocido por el sobrenombre de "La Víbora de Asnières", no parece que fuera su semblanza de la española demasiado negativa. Belleza obliga.
El polémico escritor Luis Bonafoux
(fuente: Cuadernos de Campo en www.vacarizu.es)
En 1907 actúa en algunos escenarios españoles, como el Pabellón New England de Ferrol o el Máiquez de Cartagena, donde hace una versión del "Ven, Mimí" de Fornarina y ejecuta una "napolitana", género de moda que precisaba de una gran voz(!). No sabiendo muy bien todavía en qué género situarse, actúa a finales de año en el salón teatro de la Agencia Artística Moderna de Madrid junto a otros artistas y se decanta de nuevo por la danza.
En 1908 es noticia por hacer un viaje en globo pero después se pierde la pista de Conchita (no, no hubo ningún accidente con el globo), dedicada a formarse en su arte y a vivir la vida intensamente. Estos años de aprendizaje serían el equivalente en la actualidad al año de reinado de una Miss Europa, Universo o lo que fuere. Guapa, joven, simpática y con muchas ganas de divertirse y triunfar, es Conchita el prototipo de la pollita de aquella época: un poco alocada, un poco ambiciosa, un poco ingenua y no poco deslumbrada por el brillo de las joyas bajo la luz de los focos.
Así de orgullosa se mostraba Conchita de su juventud y su belleza
En plena Semana Santa de 1910, tiempo de sobriedad y recogimiento, se produce una pequeña conmoción en la ciudad de Valencia. Están las autoridades "haciendo los sagrarios", desplazándose en carruaje entre una y otra iglesia, cuando aparece uno particular ostentando la bandera de la República Francesa y perteneciente a una singular pareja formada por "la bailarina Conchita Ledesma" y un anónimo francés acompañante. Su desfachatez es la comidilla de la ciudad durante unos días y nos sitúa a la madrileña en una singular circunstancia: pareja, coche y, por lo tanto, cierto desahogo económico. En unos años sin apenas contratos Conchita ha espabilado, y mucho. En cuanto a su presencia en Valencia, ha venido para debutar en el Novedades de donde pasará a continuación al Principal de Castellón.
Otra de las fotos que le hicieron en París,
con el suntuoso vestido de redecilla
Si sus circunstancias personales han cambiado no lo han hecho menos las profesionales. Ahora es representada por la agencia de Leonard Parish, que sólo lleva primeras figuras (por ejemplo, Fornarina) y que tiene el prestigioso circo Price madrileño en propiedad. A partir de 1910 Conchita comienza a trabajar asiduamente, primero en el extranjero y a continuación en escenarios de toda España. Hace una gira por Italia y otros países europeos que durará nada menos que ¡tres años!, tiempo en el que hará un poquito de todo, incluso cine, y en el que adquirirá muchas tablas. Aprenderá a ser una mujer elegante y sofisticada pero no a cantar, lo cual le vale críticas de todos los colores, más bien sombríos.
La reina de la belleza en Venecia, dando de comer a las
sempiternas palomas de Piazza San Marco
Su representante confirma que la gira incluye la mayoría de las grandes ciudades italianas: Roma, Nápoles, Turín, Milán,  Palermo, Viareggio, Venecia, etc. Cualquier momento será bueno para incluir en la prensa española reseñas y críticas sobre esta gira, que comienza Conchita en el Teatro Biondo de Palermo para, a continuación, debutar en Nápoles presentándose con un repertorio que incluye bailes españoles y canciones napolitanas. Semejante atrevimiento levanta simpatías aunque las críticas, tibias, se centran en su "dominio del idioma e identificación con la melodía". A continuación pasa al Varietá Maffey de Turín y allí acepta un contrato en un lugar muy alejado de Italia: varias semanas en el Teatro Yard de Moscú y en diciembre, para más señas.
Conchita preparada para pasar el crudo invierno...
... de la capital de Rusia
Tras esta actuación el rastro de Conchita vuelve a perderse, esta vez durante más de un año. ¿Encontraría en Rusia un segundo hogar, tan opuesto en temperaturas al suyo originario? ¿Se extraviaría por la estepa en una salvaje cacería de osos, siendo rescatada por un guapo mujik? ¿Algún rico hacendado la cubriría de diamantes de Cartier y huevos de Fabergé? ¿Se haría adicta al vodka con caviar? Un poco de todo esto pudo haber ocurrido aunque lo cierto es que la madrileña no debió parar mucho en la helada Rusia y regresó a Italia, en donde halló un público más cálido y un clima bastante más agradable.
Pero los críticos no fueron -entonces, como ahora- tan cálidos y agradables con la madrileña. Enrico Perossi, corresponsal italiano del Eco Artístico, escribe una crítica demoledora en esta revista española: "... no merece casi ni que nos ocupemos de ella. No basta, para ser llamada artista, vestir bien y ostentar buenas alhajas; hay que hacer algo por conquistar un puesto entre las que valen y Conchita Ledesma se vale de que es española para pasar medianamente. ¡Si fuera compatriota nuestra! Siento tener que decir así desnuda la verdad; pero más vale que engañar a los que se fían de mis crónicas".
Estaba de moda por entonces "lo español"
o al menos lo que en el extranjero se estimaba como tal
Acaso sintiéndose mal tratada por la crítica o buscando una alternativa a los escenarios, en 1913 la Ledesma rueda en Italia dos películas, "Il principe de Florania" y "La última danza", ésta última en coproducción con España. En ellas trabaja junto a Gustavo Serena, famoso actor y director italiano de cine mudo que actuó con divas como Francesca Bertini. Aquí os dejo este delicioso enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=_Q6_5hoFH1

Gustavo Serena, galán italiano del cine mudo
La carrera de Conchita se ha centrado en Italia donde, por su físico y su personalidad torrencial, es acogida con cariño y simpatía. En febrero de 1914 actúa en el Salón Margherita de Roma-similar en estilo y fama al Olympia parisino- junto con otra española, la bailarina Luisa de Vigné, que está teniendo un enorme éxito en toda Europa. De hecho su figura tiene gran importancia por si misma y merece (y tendrá) entrada propia en este blog.
La bailarina Luisa de Vigné, retratada por Carlos Vázquez
En 1914 se estrenan en España "La última danza" en el teatro Benavente de Madrid, anunciada como una película de 2.000 metros exclusiva de esta sala . El público puede apreciar en ella los progresos de la exreina de la belleza en lo que se refiere a su actuación pero, afortunadamente para Conchita, el cine aún es mudo y no se puede apreciar si también ha progresado con su voz o todo lo contrario. La película es un discreto éxito de los de entonces, pasándose después en el Salón Regio y el Cinema X. Tan sólo sobre éste último podemos hablar como de un auténtico cinematógrafo, ya que tanto en el Benavente como en el Regio el cine forma parte de un programa que incluye, como número fuerte, las variedades selectas.
Durante años Conchita le dio la espalda a los
escenarios españoles, prefiriendo los extranjeros
Hasta 1914, exceptuando una breve temporada en Barcelona y poco más, sigue la madrileña actuando en escenarios mayoritariamente europeos, siendo tentada por algún contrato para las Américas que no llegó a concretarse. Es una figura de segunda fila, sin comparación posible con artistas españolas como la Bella Otero, Fornarina, Rosario Guerrero o la Vigné. Pero fuera de España, con el cambio de divisas, se gana mucho dinero. Además se adquiere prestigio y un lustre que deslumbra a los españolitos de entonces, algo acomplejados por aquello de la pérdida de las colonias. Pero llega la Gran Guerra y tanto ella como otros artistas españoles, pliegan banderas y regresan a la neutral madre patria. Para Conchita es el momento de triunfar aquí, con prestigio, lustre, rollos de película de 2.000 metros y unas joyas deslumbrantes adornando su cuerpo retrechero.
Postal coloreada con purpurina, un diseño
de fantasía que hacía furor hace cien años
El año 1915 pasa aún sin pena ni gloria, quién sabe si con Conchita viviendo de los réditos de su carrera europea. Pero en 1916 el capitalito adquirido ha debido de mermar considerablemente y, antes de tener que echar mano de diamantes y empeñar mantones, nuestra reina de las reinas se lanza a una carrera artística vertiginosa, hábilmente llevada por la agencia de Leonard Parish.
Anuncio de 1916 publicado en los medios de prensa especializados
Así comienza el año actuando en la sala Imperio de Barcelona y a continuación en el Cine Recreo de Sabadell, donde fracasa estrepitosamente (¿habrían visto a Conchita en alguna película y su voz al natural constituyó una desagradable sorpresa?). A continuación es contratada por el Salón Liceo de Albacete, después actúa en el Salón Actualidades de Cartagena y de allí parte al Salón Doré de Barcelona, un auténtico templo del cuplé. A continuación, también en Barcelona, actúa en el teatro Eldorado donde comparte escenario con una artista singular: la "danzatriz" Perla Negra.
Una de las artistas más exóticas de aquellos años fue
la etíope Perla Negra, bailarina con decorados "efectistas"
Termina su gira catalana en el Coliseo Mundial de Tarragona y desde allí parte a Madrid, contratada por el teatro Benavente, el mismo que estrenó su película "La última danza". Con ocasión de su rentrée en la capital española se lanza una campaña publicitaria en prensa sin precedentes hasta entonces. Se hacen pequeñas semblanzas y breves biografías sobre su vida y obras, recalcando su pasado como reina de la belleza parisina y sus cualidades como cupletista y bailarina: con grandes facultades vocales, gusto, clara dicción, repertorio escogido y vestuario verdaderamente lujoso, tan monumental belleza "llega a nosotros después de ceñir los laureles de la gloria en el extranjero". De todo lo dicho sólo es cierto lo que se refiere a su belleza, el vestuario y el repertorio, donde se incluye con gran acierto el que será uno de sus mayores éxitos como cupletista, la canción "Amor de muñecos" de Martínez Abades. Esta "historieta" (como lo llamaron por entonces) es probablemente uno de los más exquisitos y tiernos cuplés que nunca se hayan escrito. Aquí os dejo la versión de Lilian de Celis, editada en YouTube por "falcarazgimenez", al que agradezco infinitamente el trabajo empleado en su publicación.


Un cuplé así haría triunfar a cualquiera y, de hecho, muchas cupletistas importantes lo cantaron, entre ellas la Goyita y Raquel Meller. A pesar de lo desabrido de su voz, la Ledesma le echa simpatía, belleza y una pasmante seguridad en si misma. Con la campaña publicitaria el público acude al Benavente en tromba y el debut de Conchita resulta un gran éxito.
Que alguien me explique qué pinta una cucharilla
(esperemos que de plata) enganchada en un sombrero...
Tanto que de allí pasa al Romea, uno de los principales templos del cuplé en Madrid, donde actuará con primeras figuras de las variedades como Dora la Cordobesita, Eugenia Roca y Rosine con su Carlito. Con esta última atracción conviene pararse un rato: consistía en una guapa bailarina y un elegante enano (persona de baja estatura o liliputiense) que ejecutaban distintos números con baile, canciones, acrobacias, etc. Hoy en día estaría prohibido o sería considerado como "políticamente incorrecto", sin embargo era por entonces un número conocidísimo que gustaba mucho.
Rosine y su Carlito formaron un popular número internacional
de variedades que hoy en día estaría muy mal visto
El 31 de mayo formará parte en la función anual de la Asociación de la Prensa en el Romea, junto a primerísimas figuras. Cuando termina su contrato un crítico solventa sus impresiones sobre Conchita con un "¡Vaya mujer!" y nada más. En junio se despide tal mujer del público madrileño con un beneficio en el Español a favor del precoz violinista de trece años Dámaso Rico y Losada, que ya había ganado tres años antes el Premio Sarasate. Después del encuentro con el niño prodigio, continúa Conchita su carrera recalando en el teatro Zorrilla de Valladolid, desupués al Gayarre de Bilbao (donde coincide con Úrsula López), el Dindurra de Gijón, el Bellas Artes de San Sebastián, el Teatro Circo de Vitoria (junto a la Argentinita), el Teatro Nuevo de Zamora, el Bretón de Salamanca (de nuevo coincidiendo con Argentinita), el Salón Variedades de Béjar, el Rojas de Toledo, el Cómico de Huelva, de vuelta al Edén Concert de Barcelona...
Contentístima de tener tanto trabajo y  luciendo uno de los
mantones que se han salvado de la casa de empeños
Si habéis llegado hasta el final del párrafo anterior, estaréis aburridos y agotados como sin duda agotadora, aunque no aburrida, fue esta gira para Conchita. La madrileña, por fin, se toma en serio su carrera en España y trabaja esforzadamente en todo tipo de escenarios. Termina 1916 haciendo una gira por Andalucía, con un gran éxito de público y un silencio de plaza de toros por parte de la crítica. Actúa en Huelva, en Córdoba, Granada y Sevilla donde, tras su debut en el teatro Lloréns, hace declarar a uno de estos estupefactos críticos: "... acaba de recorrer Italia de punta a punta con un gran éxito y su hermosura ha perjudicado su carrera como canzonetista ideal, no tiene gran voz y por eso no se ha dedicado a la ópera pero ¡qué demonio! las cupletistas no necesitan dar el re sobreagudo".
¡A que te doy un re sobreagudo!
En Córdoba otro crítico, no menos estupefacto, escribe: "Aunque no tiene una gran voz, tampoco la necesita, con esos ojazos negros". Termina 1916 y regresa a casa, a Madrid, donde celebra las fiestas navideñas y el Año Nuevo con familiares y amigos. Comienza 1917 actuando el siete de enero en una fiesta benéfica en el Asilo de la Paloma, colaborando desinteresadamente junto a otras compañeras. El aspecto de los niños allí acogidos, con sus uniformes de dril y sus cabezas rapadas, causa un hondo contraste con las lozanas cupletistas, más que bien alimentadas y tocadas con sus blancas mantillas de blonda.
Espectacular en su mantilla, imagen de la belleza
y la opulencia en aquella España de tantos contrastes
De allí pasa al Principal de Jerez y a continuación actúa en el Teatro Rey de Ceuta, donde se ensalzan su cuerpo esbelto y su encanto de mujer de bandera. El repertorio elegido para esta gira andaluza, amén del ya mencionado "Amor de muñecos",  incluye los cuplés "S.M. El Chótis" y el picaresco "¡Ay, Bernabé!", una de sus escasas concesiones a la sicalípsis en una época en la que ésta ya estaba en franco retroceso. Siempre fue Conchita de las más finas. Sin voz ni afinación suficientes, su repertorio tenía que ser por fuerza exquisito y sus toilettes debían realzar ese aspecto físico a causa del cual -no nos engañemos- acudía mayoritariamente el público a sus actuaciones.
El aspecto de Conchita hacia 1917 ya no era precisamente
el de la esbelta modistilla ganadora de la Mi-Câreme
Sin embargo empezaban a operarse cambios en su espectacular físico. Si creemos a Retana, en 1917 la Ledesma no ha cumplido aún los treinta años, pero cierta propensión suya a la gordura empieza a manifestarse en todo su esplendor. De momento, no importa. Aún quedan unos años de reinado para las opulentas bellezas rubensianas que tanto gustaban a los españoles. La moda comienza a cambiar y exige un modelo de mujer radicalmente opuesta, pero no será hasta los años veinte cuando este cambio radical afecte de verdad al mundo del espectáculo. Mientras tanto Conchita, convertida en "jamona", sigue resultado irresistible para su público. Una señora estupenda a la que aún le queda alguna entrada más en este blog.

jueves, 21 de agosto de 2014

LAS OTRAS: Conchita Ledesma (I)

Conchita Ledesma, reina de la belleza cuando aún no existían los concursos
de misses, luciendo la espectacular figura modernista de sus primeros tiempos
Conchita Ledesma es un ejemplo de cómo a partir de una mentira (o de una verdad a medias) se pudo levantar toda una carrera de cupletista, basándose ésta en los frágiles cimientos de una publicidad tan engañosa como bienintencionada. Tenía Conchita una voz escasa aunque bien educada, un físico a la moda y medidas del momento, gran simpatía natural (sin duda su mejor baza sobre el escenario) y amigos tan entregados como influyentes. Con todos estos ingredientes se "fabricó" una artista a la medida del público español de la época aunque, todo hay que decirlo, no fueron sus méritos tan escasos comparados con los de muchas de sus colegas.
A continuación os cuento la historia de su vida, una rara mezcla de azar y habilidad propagandística que espero encontréis tan interesante como a mi me ha parecido.

Conchita Ledesma, reina de la belleza y cupletista

Nace Conchita a finales del siglo XIX en Madrid, siendo la fecha exacta de su nacimiento un dato que nadie encontró interesante en su momento y que, más de un siglo después, menos nos interesa todavía (según Retana, nació en 1887, pero algunos de sus datos sobre ella he podido comprobar que son erróneos, así que éste lo pongo en cuarentena). Provenía de una familia humilde, su padre era el picador Mariano Ledesma, su madre ama de casa (muy religiosa y algo severa) y vivían modestamente en la antigua calle de Panaderos(1).
Retrato de "Picador sentado", óleo de Andrés Parladé y Heredia
Se destacó desde muy pequeña por su belleza y su estatura, muy por encima de la media de las españolas de entonces. Esta cuestión, la del físico, es en su caso de gran importancia y por eso intentaré haceros una descripción lo más exacta posible, basándome en las imágenes y en los testimonios de sus contemporáneos.
La cupletista en sus comienzos, con la sonrisa simpática
e inocente que siempre le fue característica
Destacaba Conchita, como ya os he contado, por su altura y sus esbeltas proporciones. De esta esbeltez habría mucho que decir, ya que los gustos de entonces difieren drásticamente de los nuestros, pero baste decir que la describieron como juncal en su juventud y fue tildada de jamona en su madurez, siendo los dos términos tan dispares como elogiosos para la sociedad de hace cien años. Sus ojos, grandes y negros, se consideraban como un ejemplo de "españolidad". Era fotogénica, con unas facciones simétricas que quedaban muy bien en las tarjetas postales, de las que fue durante años la reina indiscutible en ventas. De la sencillez de clase popular de su juventud pasó, tras su estancia en París y ventajosos contratos, a un grado de sofisticación tal que un crítico llegó a compararla con un esplendoroso "guardajoyas" (léase joyero).
Conchita, muy jovencita, demostrándonos como se lleva
con dignidad un collar de perlas falsas (ya llegarían las buenas)
Fue siempre elegante, una flor de la calle raramente delicada, destinada al refinamiento del gran mundo desde sus más tiernos comienzos. Cuando existe belleza y hay una conciencia clara de su poder, una mujer inteligente (y Conchita lo era) sabe cómo sacar provecho de ella. Y le sacó provecho de una forma inusual por entonces pero que se reveló como altamente efectiva.
Carroza en el desfile de la Mi-Carême de 1906
Se celebraba en París desde 1891, con motivo de los carnavales, la elección de una reina de la belleza (la reine des reines de la Mi-Carême) entre las trabajadoras de los mercados parisinos. En un primer momento se elegía tan sólo entre las lavanderas y por un jurado exclusivamente masculino. Más adelante fue evolucionando a un concurso de belleza entre las chicas de otros gremios (vendedoras de las halles o diferentes mercados parisinos e incluso estudiantes) y fueron cambiando estatutos, jurados y criterios. Sobre este curioso certamen que estuvo en vigor hasta 1939 hay abundante información en Wikipedia y aquí os dejo el enlace por si queréis saber algo más, eso sí, en francés:

http://fr.wikipedia.org/wiki/Mi-Car%C3%AAme_au_Carnaval_de_Paris?uselang=es#Galerie_de_portraits_des_51_Reines_des_Reines_de_Paris_.C3.A9lues_pour_la_Mi-Car.C3.AAme
Otra imagen de la Mi-Carême de 1906, con sus floridas bellezas
En un principio el concurso tan sólo aceptaba participantes francesas. Más tarde, seguramente por motivos publicitarios basados en criterios económicos, se abrió a otras nacionalidades. Chicas españolas, inglesas, holandesas, etc, se lanzaron a la búsqueda de fama y fortuna en la Mi-Carême parisina, tras haber sido elegidas en sus respectivos países en una especie de franquicias de la fiesta original. Lo que nunca cambió fue la nacionalidad de la ganadora: invariablemente francesa, muy a pesar de los méritos ofrecidos por las franquiciadas, en más de una ocasión superiores a los de las foráneas.
Un aspecto del "jolgorio" de la Mi-Carême, con comparsa a la francesa
En 1906 se presentan tres españolas al concurso. Una reina y dos señoritas acompañantes (una de ellas valenciana, la otra de ignorado origen), lo que en los concursos actuales serían la miss y sus dos damas de honor. Ya habréis adivinado que la reina era nuestra inefable Conchita, madrileña y de profesión modistilla, guapetona y muy joven, de unos diecisiete años (según Retana) y con una cara de susto que era un poema.
Conchita, en el centro, acompañada por Luisa Mungira y Matilde Gómez
Ataviada con el obligado mantón alfombrao,  un sencillo tocado de flores y un vestido en los tonos de la bandera española (sí, rojo y amarillo, lo habéis adivinado) causó sensación entre los asistentes. En un segundo atuendo lució mantilla blanca de blonda y flores en el pecho, imagen también muy impactante aunque no nos ha llegado si también tiró de castañuelas, guitarra o pandereta, o acaso todo a la vez. El typical spanish, antes de que se inventara tal término, en todo su esplendor. Ni qué decir tiene que a los franceses les encantó, aunque no lo suficiente como para quitarle el primer puesto a su candidata. Chauvinismo obliga.
Y aquí la ganadora, Rosa Blanche:
es posible que la foto no le haga justicia
Y aquí su carroza, cuyos detalles tampoco
podemos apreciar en su justa medida
En fin, los franceses habían inventado el concurso, eran los que ponían el dinerito y hacían bien en "barrer para casa". Después de todo, lo que había comenzado siendo una fiesta popular se había convertido en uno de los reclamos publicitarios de París, si es que tal cosa le hiciera falta a semejante ciudad.
El caso es que Conchita recibió una mención especial, entregada por el mismísimo presidente de la República, monsieur Émile Loubet al que, por cierto, le faltaba muy poquito para acabar su mandato. Para compensar tan triste coyuntura, el señor Loubet se dedicó a besar a todas y cada una de las concursantes a medida que iba entregándoles los premios. Dicen que el beso de Conchita fue especialmente largo y que, tras complacerse en él, al vetusto caballero se le quedó impresa una indeleble sonrisilla picarona bajo sus blancos bigotes. En fin, cosas de la Belle Époque.
Monsieur Loubet tenía ya setenta y siete años cuando le entregó
el premio, acompañado por un beso, a Conchita...
... que bien se merecía premio y beso
El caso fue que, reina con corona o sin derecho a ella, en España la noticia constituyó todo un acontecimiento. Una especie de fervor patriótico, de un tipo más bien estético y un tanto paleto, convirtió a Conchita en la representación no ya de las virtudes de la mujer española sino de la patria misma. Incluso su timidez es ensalzada como el candor propio de la honestidad de la mujer española, tan alejada de la desenvoltura de las francesas (esas descocadas) y la frialdad marmórea de las hijas de Albión... Todo muy excesivo, muy racial, muy de aquella época en la que aún se sentían los ecos del desastre del 98.
Cuando la modistilla regresa a España se celebran diferentes homenajes en torno a su figura, como una función en su honor organizada en el Teatro Lara, donde acude con sus dos damas de honor. Ocuparon las tres el palco central del primero piso, adornado con guirnaldas de flores secas y banderas españolas y francesas.
En pleno paroxismo patriótico, el escritor sevillano Felipe Pérez y González le dedica el siguiente soneto:

                                                                         Reina llegaste a ser, reina de un día,
                                                                        "por la gracia de Dios" y tu hermosura,
                                                                         y un pueblo, que es modelo de cultura,
                                                                         te aclamó con frenética alegría.

                                                                         Pueblo que derrocó la monarquía,
                                                                         y que su libertad hoy asegura,
                                                                         vio, en horas de placer y de ventura,
                                                                         tu reinado con gozo y simpatía.

                                                                         Reinado el más dichoso, que en la Historia
                                                                         no dejará señal de odio ni espanto,
                                                                         pues logró tu belleza la victoria,

                                                                         y, dejando corona, cetro y manto,
                                                                         has podido decir, para tu gloria:
                                                                         Por mi no vertió sangre ni llanto.

Conchita y ¡olé!
Como resultado de tanto dislate, Conchita es recibida en Madrid por una "nube de periodistas, agentes teatrales, empresarios y representantes de centros artísticos del extranjero", considerando todos ellos que semejante belleza no podía seguir dedicada a la aguja y desperdiciar su vida bordando, oculta tras los visillos de algún modesto taller de costura. Por cierto, el Ayuntamiento de Madrid hizo caso omiso de la llegada de su escultural ciudadana. Ni su reinado de belleza ni su estancia de ocho triunfales días en la capital francesa causó el más mínimo efecto en tan excelentísima como ocupadísima corporación. Pero no notó Conchita este desprecio de la municipalidad, confusa y aturdida como estaba ante tantas proposiciones como recibió a su llegada a la calle de Panaderos. Pero ella no cede a la tentación, al menos en un primer momento. Considera, con muy buen criterio, que ha de formarse en el mundo del artisteo y que, no teniendo otra cosa que ofrecer al público que belleza y juventud, es necesario dedicar sus esfuerzos a tomar clases de dicción, canto y baile para satisfacer las expectativas del respetable.
Conchita, y otra vez ¡olé!
Dicho y hecho. El 19 de abril de 1906 debuta Conchita como cupletista en el Central Kursaal de Madrid, después de hacer en apenas unos meses una auténtica maratón formativa. Opta por el género ínfimo y el cuplé sicalíptico no por nada, simplemente porque estaba de moda y era lo que más dinero daba con las mínimas aptitudes posibles. El día de su debut aparece en escena ataviada con un vestido verde y un sencillo tocado de claveles rojos, sirviéndole de fondo un decorado japonés de seres fantásticos y monstruosos, prestado o perteneciente a otro número. Después de su primera canción, dicha más que cantada con voz dulce y adorable inocencia, se sueltan desde el patio de butacas dos palomas blancas que vuelan hasta el escenario. Conchita las recoge en sus brazos y saluda al respetable que, entregado, hace subir el telón hasta seis veces.
Adorable inocencia en traje verde de calle
Cobra cuarenta duros, nada menos que doscientas pesetas por noche, según averigua el periodista José Juan Cadenas (el novio de Fornarina), cantidad nada despreciable para una debutante tan verde como ella. Se paga la novedad y la belleza pero, sobre todo, se paga la fama. No en vano es anunciada como la reina de la Mi-Carême, obviando el hecho de que la auténtica ganadora fue una francesa y que Conchita, junto con otras representantes, recibió tan sólo una mención y un beso, como ya sabemos. El reclamo del reinado de belleza, todavía reciente, es poderoso entre el público español y lo seguirá siendo durante muchos años. Mientras tanto, en París, Rosa Blanche ha vuelto a trabajar en el mercado. Auténtica reina por un día, opta por regresar a su rutina, menos tentada o más perspicaz que la española.
Estoy que me salgo, ¡cuarenta duros diarios!
¿Habrase visto?
Ajena a lo que sucede en la vida de la auténtica reina de los mercados parisinos, la espuria reina española sigue actuando en el Kursaal durante una semana, con irregulares resultados tras el suceso de su debut. Su número consta de un tango sicalíptico que canta y baila junto a una compañera llamada Melita-Iris, tan novata como ella pero mucho más vergonzosa (en los atrevidos contoneos del baile, oculta como puede al respetable su sonrojado rostro). Después, una sevillana, que Conchita canta y baila con innegable valor pero con menor acierto que en el tango. El público está dividido: es muy mona, simpática y sencilla, nada pedante ni  ñoña pero ¿basta todo eso para ser artista? A estas alturas todo el mundo sabe que el reclamo ha sido el concurso de belleza y que la empresa, que sin duda ha salido ganando con tan gratuita publicidad, le ha pagado un desorbitado salario. La crítica (la constructiva, que de la otra ni hablamos) le da un buen consejo: deje el baile, no es usted la Imperio, y emplee su tiempo y esos duros tan inmerecidamente ganados en su formación como cantante.
Pastora Imperio, "la Imperio", ya era en 1906
la indiscutible reina del baile español
Para colmo de males es contratada por el Kursaal una figura que, aún en ciernes, ya se ha convertido en la favorita del público madrileño: la Fornarina. Interpreta sus cuples más sicalípticos y triunfa con "El Masaje", que podéis encontrar en este blog:
http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.es/2011/01/fornarina-canta-el-masaje.html
Fornarina es una indiscutible número uno y en la comparación Conchita no podía por menos que salir perdiendo. El último día en el Kursaal es un desastre para la exmodista. Apenas es aplaudida y le piden, de muy malas maneras, algo más de picardía e intención. En definitiva, lo de siempre, lo que tan a menudo era de esperar en el género ínfimo. A continuación actúa la cuadrille Realiste, un número de can can francés que ofrece lo que tan selecto público necesita. Conchita se vuelve a su humilde casa de Panaderos, junto a su padre picador y su honesta madre, a desmadejar ovillos en torno a la mesa camilla. La niña se pregunta ¿todo esto no ha sido más que un sueño? ¿y París? ¿y el presidente de la república? ¿y los cuarenta duros diarios?
Y a todas estas preguntas les daremos respuesta en el siguiente capítulo dedicado a la vida de la reina madrileña de los mercados parisinos.

(1) Teniendo en cuenta que esta calle ya no figura en el centro de Madrid (existe una en la actualidad en la zona de Herrera Oria, mucho más moderna por tanto) agradecería que alguien me diese información sobre ella: si realmente existió, si no era este su nombre exacto, en qué zona se encontraba...
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