La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

sábado, 26 de noviembre de 2011

FORNARINA XVI: El número final

"La vida es un halo luminoso, una envoltura semitransparente
que nos envuelve desde que tenemos conciencia hasta el final"
(Virginia Wolf)

Fornarina canta su último cuplé en el Apolo, la noche de su beneficio, el 20 de mayo de 1915. Al finalizar la actuación, ya en su camerino, recibe la visita de uno de sus más incondicionales y constantes admiradores. Como todas las noches viene a rendirle tributo con un hermoso ramo de flores. La artista le recibe, cariñosa pero con gesto cansado (en realidad, dolorido) y le hace una pregunta que deja a su admirador estupefacto: "Amigo mío... ¿sería usted tan constante como para llevarme flores a mi sepultura?". El hombre balbucea una respuesta: "¡Pero quién piensa en eso!... Consuelito, por Dios... Pero, no obstante, tendría la misma constancia...".


Regalar flores a una cupletista en su camerino
fue una de las imágenes más típicas de la época

Como vemos, oscuras nubes de dolor y presentimiento se ciernen sobre los pensamientos de Fornarina, ahora que, al fin, ha tomado la decisión de pasar por el quirófano. Está todavía actuando en el Apolo, pero debido a que los terribles dolores que padece le impiden cada vez más llevar una vida mínimamente normal, comprende que ha llegado el momento de terminar de una vez por todas con su "problema". Es reconocida por importantes especialistas de su época, que llegan a la conclusión de que su situación es de extrema gravedad, pero que no le recomiendan la operación debido al altísimo riesgo de infección que conlleva. Una infección en 1915, antes del descubrimiento de la penicilina, era muerte segura en una enferma como ella, que tanto había pospuesto la operación y cuyo estado era ya de infección casi permanente. Pero Consuelo no puede soportar vivir de esa manera: necesita sentirse otra vez sana, libre, capaz de realizar su trabajo y de poder llevar, al fin, la clase de vida por la que tanto ha luchado. Tiene treinta y un años recién cumplidos, no puede resignarse a vivir una vida de inválida, de enferma crónica durante... ¿cuántos años más?

Alexander Fleming no descubrió la penicilina hasta
septiembre de 1928: demasiado tarde para Fornarina


Solicita una segunda opinión, esta vez del prestigioso doctor Cospedal, que le recomienda operarse una vez pasen los rigores del verano madrileño, para no incrementar las posibilidades de infección. Pero en una nueva exploración se descubre que la operación no pueda ser pospuesta y se decide adelantar para el 14 de julio. El diagnóstico no queda claro, al menos en su época. Se habla de un simple quiste o de un cáncer ovárico, extendido al útero después de cinco años desde que surgieran los primeros síntomas. Otro diagnóstico, el que más visos tiene de verosimilitud, es el de una salpingitis, inflamación de las trompas de Falopio causada probablemente por una antigua enfermedad venérea: al ser una patología antigua y no tratada, la infección se habría extendido, fatalmente, a otros órganos. Al parecer a Consuelo los médicos no le cuentan toda la verdad, si es que la sabían. La versión del simple quiste es la que, al parecer, el doctor Recasens le da a la propia Fornarina, y según él (en versión de "El Caballero Audaz") tendría excelente solución quirúrgica, "raspando un poquito de aquí y quitando un poquito de allá".


Antigua imagen del jardín del hospital del Rosario de Madrid

Consuelo ingresa en el hospital de Nuestra Señora del Rosario de Madrid, especializado en maternidad y enfermedades propias de la mujer. La clínica es grande, luminosa, moderna y bien equipada. Las Hermanitas de la Caridad ofician allí como enfermeras y el equipo médico es uno de los mejores de España. Consuelo ingresa acompañada por su hermana Petrita y su inseparable Nati. Compañeras de las tablas, periodistas y amigos en general, pasarán durante unos días por su luminosa habitación, donde reina un cierto ambiente de optimismo.


Fornarina, aparentemente despreocupada, posa en su soleada
habitación de la clínica poco antes de la operación

A pesar de su actitud positiva, Fornarina hace preguntas y toma decisiones que dejan clara la amargura de sus presentimientos. Entre las preguntas, la más chocante es la que le plantea a Nati y a su hermana: "¿Cuál creéis que es el cementerio más alegre de Madrid?", a lo que ellas contestan que, por los comentarios de la gente, debe ser el de San Isidro; y en él pedirá Consuelo ser enterrada. Además les hace a las dos mujeres una serie de indicaciones sobre cómo quiere ser amortajada y otros detalles tan fúnebres como prácticos. El día 13 Fornarina decide hacer testamento, justo la víspera de la fecha señalada para la operación. Como suele decirse, deja todo "atado y bien atado", con vistas a un posible desenlace fatal.


Consuelo acompañada por su hermana Petrita (a la izquierda)
y su inseparable amiga Nati

El día 14 entra en el quirófano. Al finalizar la operación, todo parece haber salido bien. De hecho se despierta de la anestesia (por aquella época, de tremendos efectos secundarios) alegre y esperanzada. Recibe la visita de sus familiares y algún amigo, y los oscuros presentimientos previos a la operación parecen disiparse. Incluso llega a hacer planes para su vuelta a los escenarios. Pero el día 16 comienza a tener síntomas evidentes de infección. De hecho, se trata de una septicemia (infección extendida por todo el organismo) que avanza tan rápido que apenas le deja tiempo para confesarse con un sacerdote y besar, con intenso fervor, unas medallas de la Virgen de la Soledad que le llevan. Afortunadamente no llega a enterarse de la visita de José Juan Cadenas que, interceptado por familiares y amigas de Consuelo, no consigue entrar en la habitación de su antigua amante, probablemente la mujer que más le haya querido.


Cadenas en 1934. Para Consuelo él ya siempre
sería
joven, guapo y arrogante

Según Retana, sentimental y algo propenso al drama, en sus últimos momentos antes de entrar en agonía, Fornarina dirá la frase que después, durante un tiempo, se haría famosa: "Fui bella y los hombres me juraron su amor. Yo creí en sus palabras. ¡Ese fue todo mi pecado!". Si hemos de creer a Retana, ni siquiera en sus últimos momentos pudo la pobre Consuelo librarse de ese "pasado de pecado" que siempre le persiguió. Duros tiempos aquellos para ser mujer.


La "pecadora" Fornarina tuvo que dar explicaciones
sobre su vida amorosa hasta el final

Fornarina muere en la madrugada del 18 de julio, sin apenas sufrimiento debido a su estado comatoso. Es amortajada tal y como ella dispuso: con el sencillo habito de la Virgen de la Soledad, descalza pero con medias de seda, maquillada como para salir a escena y primorosamente peinada bajo la toca del hábito. Su cuerpo es expuesto en la capilla del hospital y allí es velada. Apareció en la prensa alguna foto de esta capilla ardiente pero no he creído oportuno incluirla en este blog: es demasiado triste.


Es mejor recordar a Fornarina viva: joven, alegre
y hermosa para siempre

El cortejo fúnebre fue tan conmovedor como impresionante, con uno de aquellos coches acristalados (de estufa, los llamaban) tan imponentes, cuajado de coronas y ramos de flores, tirado por caballos empenachados y seguido por un numeroso séquito formado por familiares, amigos y admiradores. La tristeza de los asistentes contrasta con el ambiente: es un luminoso día de julio, cálido y alegre, como la propia Consuelo. Por el camino todos lloran recordándola con cariño y lamentando su muerte a tan temprana edad. Entre ellos hay multitud de colegas del mundo del espectáculo, llorosas compañeras de las variedades, conocidos periodistas e ilustres escritores. Todos los que la conocieron y quisieron, todos excepto "su Pepe".


Una imagen de la tumba tal como era en 1930,
actualmente se encuentra casi destrozada

El entierro tuvo lugar a las cinco de la tarde del 19 de julio de 1915 en la Sacramental de San Isidro, donde tiene como ilustre vecina a una madrileña tan castiza y polémica como ella: la Duquesa de Alba (la de Goya, se entiende). Durante muchos años nunca faltó un ramo de flores en la blanca tumba, quién sabe si allí colocado por aquel admirador del Apolo que, un lejano mes de mayo, le jurara eterna constancia a la desgraciada Fornarina.

Muchos la recordaron con cariño, no exento de cierta amargura por su prematura muerte. Entre ellos, quizá el homenaje más sentido y acertado fue el que le hizo Enrique Ramirez de Gamboa, el "Cipri", esposo de Olga Ramos y padre de Olga María Ramos. El Cipri le dedicó a Fornarina un bellísimo cuplé titulado "La sinventura", que así dice:

Si bajas a la feria de San Isidro
acércate al recinto de los silencios
donde, bajo amapolas y azules lirios,
duerme la Fornarina su sueño eterno.
Puede ser que su lindo Polichinela,
al que ella cantante dio movimiento,
vele fiel su descanso, cual centinela,
mientras penden sus hilos del firmamento..."(1)



Adiós, Consuelito, adiós...


(1) Mi más profundo agradecimiento a Olga María Ramos, que me ha dado permiso para reproducir en mi blog esta bella composición de su padre.
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