La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

jueves, 30 de diciembre de 2010

Intermedio: Incidente en el coche-cama

"... el elegantísimo Sud Express de la
compañía de Wagons-Lits"

Dos figuras de mujer se apresuran por el andén de la estación, seguidas por el mozo que porta el equipaje. Doña Benita Barranco, señora de Trijueque y su doncella Angustias Olmedillo corren por el andén de la estación de Mediodía como almas llevadas por el diablo de las prisas. Son las dos menos veinte de la tarde de un mes de junio madrileño del año del Señor de 1908. Bajo el techo acristalado de la estación, el tórrido calor hace creer a doña Benita que, con poco empeño que se pusiera, en este mismo lugar de la llanura castellana podrían desarrollarse fácilmente especies tropicales, de esas que resisten las temperaturas más disparatadas. Pero para disparate, tal pensamiento, se dice doña Benita. Ya en la cincuentena, más que oronda aunque afinada por férreo corsé, lleva el sombrero ladeado, la pluma torcida y no hace más que abanicarse con un ejemplar de "La Esfera" que acaba de comprar en el kiosko de la ronda de Atocha.
"Bajo el techo acristalado de la estación..."

La pobre Angustias, en honor a su nombre, portando las sombrereras que su señora sólo a ella confía, lucha con los bultos, el calor, las enaguas, las prisas y los requiebros que el mozo le lanza por detrás. A sus dieciséis años sabe ya cómo poner en su lugar a estos pollos y le saca la lengua con descaro cuando el mozo le mienta sus "tobillos torneados".
Un majestuoso tren aguarda a señora y criada, envuelto en vapor y carbonilla. Nada más y nada menos que el elegantísimo Sud Express de la compañía Wagons-Lits. Ha llegado de Lisboa y recoge en Madrid a los pasajeros que han podido permitirse el lujo de pagarse el billete a París. Y a París van, precisamente, en suntuoso departamento de dos plazas, doña Benita y Angustias en tan selecto tren. Si es que no lo pierden.

" ... los pasajeros que han podido permitirse el lujo
de pagarse el billete a París."

Al fin, llegan y suben, con mozo incluido. El revisor, con untuosa amabilidad de empleado ferroviario fino, les conduce a su departamento. Despiden al mozo ofreciéndole, doña Benita, dos reales y la acalorada Angustias, una mirada asesina. En las apreturas de la subida no ha podido librarse de un pellizco de los de "no te menees".
En ese mismo momento el tren comienza a moverse. El mozo sale corriendo y salta ágilmente al andén. Doña Benita y Angustias se sientan, mejor dicho, se desploman sobre los asientos. Se acabó, misión cumplida, ya están camino de París donde el marido de doña Benita, el insigne general Trijueque, aguarda a su mujer impaciente y aburridísimo, el pobre.

"Están rodeadas de maderas nobles, espejos,
cristales biselados..."

Después de descansar y refrescarse convenientemente, no en vano disponen de completísimos aseos, se dirigen a las seis al vagón restaurante para cenar. Están rodeadas de maderas nobles, espejos, cristales biselados y volutas modernistas, cómodamente sentadas sobre mullida tapicería de terciopelo. Tras la cena, digna del gourmet más exquisito, las dos mujeres regresan a su departamento y, una vez en él y mientras se cambian para dormir un sueño reparador aunque algo traqueteante, doña Benita recuerda algo que su doncella mencionó durante la cena.
-¿Y qué dijiste en la cena que le pasó a la Fornarina en un coche-cama?
-Pues señora, que tuvo un susto de muchísimo cuidao.
-Ay, hija, no me asustes que ya sabes que soy algo aprensiva...
-Quiá señora, no se apure, que lo que a ella le sucedió no creo que a usté le pase nunca.
Doña Benita mira a su doncella algo mosqueada, mientras ésta le afloja el corsé. Y Angustias continúa su relato, sin hacer caso de la reacción de su señora:
-Pues verá, fue este año o, no sé, acaso el año pasao, bueno, no sé, qué más da, pero es el caso que la Fornarina marchó a Budapés desde París en un departamento para dos, talmente como este nuestro. En París había tenido un gran suceso, como siempre, y por lo visto un rico yanqui, de esos del petróleo, cayó rendido admirador suyo en cuantito la vio actuar en el teatro. Y este endividuo, que era riquísmo, intentó conseguir los favores de la Fornarina pero ésta, mu digna y mu chula, le dijo que nones, que ella no era una cupletista cualisquiera.
-¡Qué barbaridad! Estos americanos se creen que pueden comprarlo todo, y donde esté la honra de una mujer española decente...
-Pero señora, si mismamente ayer decía usté que las cupletistas son todas unas indinas...
-¡Todas, menos la Fornarina! Sigue, hija, sigue con la historia.
-Bueno, pues fue el caso que el fulano se quedó con un palmo de narices y la Fornarina como que se olvidó del indecente.
-Querrás decir del incidente, Angustias, que a veces eres muy burra.
-Sí señora, incidente aunque también indecente ¿no? Bueno, pues ya me lo dirá usté cuando se acabe la historia. El caso es que Fornarina iba en un coche-cama como este, quién sabe señora si en el mismo departamento en el que estamos nosotras. Y entra y se acomoda, pensando que el viaje lo va a hacer sola.
-¿Pero es que viajaba sola?
-Sí, señora. Estas artistas son mujeres muy viajás, que no le temen a nada y se las saben todas. Y además, pa colmo, la Fornarina es de mi barrio y no vea usté cómo nos las gastamos allí las muchachas, que más nos vale espabilarnos desde bien pronto que si no, viene el gato y hace ¡miau!
-A ver si te centras, Angustias, y me cuentas de una vez lo que pasó.
-Como usté mande: pues resulta que, a la que estaban llegando a Budapés, va y se para el tren en una estación y en esa estación pasa lo que en todas, que hay gente que se baja y hay otra que se sube. Y está Fornarina tan tranquila en su cama, cuando al rato alguien llama a la puerta del departamento, y a continuación entra una dama, mu alta y mu tiesa. Y la tal dama venía cubierta por un espeso velo oscuro, que le llegaba casi hasta los mismísimos pies. Y no sólo eso, sino que además no decía ni pío y cuando la Fornarina le dijo que "buenas noches" la otra de la contestó. Y cuando la Fornarina se presentó y le dijo yo soy tal y cual, la otra no replicó ni en ningún momento se presentó, ni dijo "esta boca es mía", aunque sí que inclinó la cabeza. Así que entre el velo y el silencio, la tal dama más parecía una fantasma que una persona humana de carne y hueso.

A estas alturas de la narración doña Benita, sentada en la cama y con el camisón ya puesto, y mientras su doncella le cepilla el pelo, tiene los ojos muy abiertos y cierto gesto de aprensión. Las cosas de aparecidos nunca le han gustado nada, pero lo que se dice nada de nada. Vamos, que ni siquiera ha sido capaz de leer las leyendas de Bécquer y mira que a ella le gusta Bécquer. Pero Angustias, absorta en su tarea diaria de los cincuenta cepillados nocturnos, no es consciente de los temores de su señora y continúa su relato.
-El caso es que la dama velada sale del departamento, se ensupone que para ponerse camisón y bata en un aseo, y la Fornarina, confiá, apaga la luz y se mete otra vez en la cama. Pasa un rato y la otra regresa, pero no enciende la luz y entra a oscuras. Al otro lado de la ventanilla, ante los ojos de la Fornarina el paisaje de los prados de Francia pasa veloz y borroso, bajo la luz de una luna espectral y casi inexistente.
-Yo es que no sé si eres muy lista o es que eres muy tonta. De dónde sacarás esa manera de hablar, Angustias, hija mía, hay momentos que me das miedo.
-Señora, esto es de "Los misterios de París" del Sué ese, aunque en el folletín no era un tren sino una mansión abandonada donde la pobre...
-¡Angustias! Sigue, que me estás volviendo loca. Deja el folletín y regresa a la historia de la Fornarina.
-Sí, señora, sí, aunque también esto es como un folletín. Porque, verá usté, cuando ya la Fornarina empezaba a quedarse dormida, va y nota como un peso sobre ella, y unas manos como ansiosas y un aliento, así, mismamente en su cara. Y una voz jadeante y grave que, hablando en un idioma raro, le dice cosas que yo aquí no repito porque son cosas que se ensupone que yo no las conozco entavía.
-¿Y cómo sabes tú lo que le decía si hablaba en un idioma raro?
-Porque en esos momentos lo que se dice es igual ens los idiomas, o por lo menos eso dice la Blasa, la portera, que ha tenido dos maridos ya y lo que no sepa ésa...
-¿Ves cómo a veces no sé si eres muy tonta o muy lista? Anda, sigue, sigue.
-Pues eso, que la dama fantasma se había convertido talmente en hombre o más bien en pulpo, allí, sobre la espantada Fornarina, y parecía que de todas partes le salían brazos y manos y otra cosa que también se ensupone que no he visto entavía.
-¡Santísima Virgen del Consuelo! ¡Qué horror!¡Qué infamia!
-Sí, señora, sí, una ufamia tan grande como la mismísima torre Infiel. Porque la dama fantasma no era otra que ... ¡el riquísimo yanqui! Y Fornarina, que se da cuenta, consigue librarse de su agresor y, en asomándose al pasillo toca el timbre de alarma mientras llama a voces al revisor y a quién pueda oírla, diciendo: "¡Socorro, auxilio, que alguien me ayude!" Y esto en tres idiomas, que tié mérito: español, francés y portugués, porque la Fornarina ya sabe usté que es polidiota.
-Políglota, Angustias, políglota. Pero sigue, sigue.
-Alertaos por tales gritos acuden el revisor y otros pasajeros, y llegan a tiempo para intercetar al endividuo que, ya sin velos negros y en realidad casi en cueros, resulta ser, como le dije, el yanqui millonario. A estas alturas ya han llegao unos vigilantes de seguridá de los que siempre viajan en estos trenes y se hacen cargo del americano. La Fornarina, pobre, cuenta su historia mientras bebe a sorbitos un agua de azahar que una camarera le ha traído. Al fin se tranquiliza y regresa a su compartimento. Por supuesto que no pega ojo en tó el resto de la noche, aunque el revisor se queda haciendo guardia para que la infeliz se sienta más protegida. Pero, en fin, el lance ha sido mu desagradable y de una gravedad de tal manitud, que en cuanto llegan a Budapés, bajan esposao al yanqui y la Fornarina, ésta sin esposar, se ensupone. Y tie que poner una denuncia en delegación o lo que tengan los húngaros, porque esto es algo mu grave, lo que ha pasao. Así se va desenredando la madeja de la historia y se entera de cómo el tal se hizo pasar por una cual y, seguramente a base de dólares, consiguió ser su "compañera" de viaje para poder conseguir sus ruines fines y calmar así sus perversos instintos de rufián.
-¿Y qué fue de él? Porque una cosa así no puede quedar impune.
-Pues me da a mi que sí, que impune quedó, porque no ha vuelto a saberse más nada del yanqui que tié buenos abogaos y para algo le habrán servido los dólares, digo yo.
-¿Y Fornarina?
-Pues como pasó, en quedó. Ahora lo cuenta como una nédota, y aquí paz y después gloria. Eso sí, ya no ha vuelto a viajar sola y la acompaña siempre una amiga o doncella, al igual que yo la acompaño a usté, señora.
Doña Benita, metiéndose en la cama, suspira tranquilizada.
-Pues sí, Angustias, ciertamente soy afortunada de tenerte. Así ningún desaprensivo podrá insultar mi candor y mancillar mi honra.
-Si es por eso, no se preocupe usté, señora, que me da a mi que está usté mu lejos de que le pase lo que a la Fornarina.
Doña Benita observa, bastante escamada, a su doncella y le espeta:
-¿Y puede saberse por qué a mi no me va a pasar lo mismo que a la Fornarina?
Y Angustias, tranquilamente, mientras dobla con cuidado la ropa de su señora, le contesta con sutil guasa:
-Pues porque va usté conmigo, señora, porque va usté conmigo...

4 comentarios:

  1. hola.... la chica de la foto del velo negro soy yo.. y esa foto es de mi propiedad... si al ibas a usar deberías haberme avisado o por lo menos citar la fuente...
    me gusto el escrito pero me resulta raro esto de la foto.. gracias

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  2. Hola Malé,
    Al no poder contactarte por correo electrónico, te dejo en esta entrada mis disculpas. Como todos pueden ver, ya la he eliminado. Sólo decirte que no la obtuve de tu blog y que en la pestaña CLAVES Y ACLARACIONES ya explico que si alguien es propietario de alguna imagen y se siente usurpado, que me lo comunique y procedería a su eliminación. Así lo has hecho, y como en tu derecho estabas, he procedido a la eliminación de la imagen. El no citar la fuente se debe, principalmente, a que la desconocía. De veras lo siento si te he perjudicado de alguna manera.

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  3. perdón si sono muy mala onda... jajjaa... todo bien con q la uses mientras pongas el link de mi blog... si no la sacaste directamente de mi blog.. me gustaría saber de donde la sacaste porq sigo sin enteder la circulación de esas fotos... gracias por la buena onda.. saludos

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