La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

viernes, 9 de noviembre de 2012

LAS OTRAS: Antonia de Cachavera (I)

La Cachavera en su espléndida juventud, pícara y sugerente,
fue llamada, no sin razón, "El diablo con faldas"
La figura de Antonia de Cachavera, "La Cachavera", es una de las más emblemáticas y, al mismo tiempo, una de las más inclasificables de la historia del cuplé. En todas y cada una de sus múltiples facetas, como cupletista, tiple, actriz cómica o seria, bailarina sicalíptica, stripteuse, empresaria, madre abnegada o adicta a los pleitos, puso incansable empeño y empleó energías dignas de las más titánicas empresas. Considerada en su época como una belleza prototípica, este físico privilegiado fue su luz y su sombra: los críticos siempre esperaron de ella mayores logros debido a su natural talento pero se decantó por el género ínfimo en su faceta más cruda y no quiso -no pudo o no supo- ganarse de otra manera las pesetitas necesarias para mantener a su abultada prole. Trabajadora incansable, como tantas otras bellas del cuplé, no obtuvo reconocimiento en su época y del tiempo sólo ha sacado, como otras tantas, olvido y desprestigio. Ha llegado el momento de sacar de tan inmerecidas sombras su desdibujada figura, trayendo de nuevo, bajo la intensa luz de sus amados focos, la espectacular peripecia vital de tan insólita diva.

Antonia de Cachavera, tiple, bailarina y cupletista

(Nota previa: una parte importante de la información biográfica que aparece a continuación, sobre la familia, amistades y fecha probable de nacimiento de Cachavera, se deben a la ayuda de un anónimo lector de este blog, que ha tenido acceso a la mejor de las fuentes: las notariales. Espero que me de su nombre, para poder hacerle un más personal agradecimiento por su valiosa contribución).
Pocas cosas se saben a ciencia cierta sobre Cachavera, y sobre aquellas que por más ciertas podamos tener se ciernen las sombras de incertidumbre que en su momento sembrara -al parecer, con éxito- la propia interesada. Antonia de Cachavera y Aguado nació en Madrid antes de 1883, fecha de la muerte de su madre, Micaela Aguado de la Sierra (hermana del célebre arquitecto Miguel Aguado de la Sierra). Antonia siempre se quitó, como mínimo, tres años cuando no seis o siete con respecto a la fecha real de su nacimiento. Lo que si es cierto es que pertenecía a una familia de cierto abolengo y recibió una educación todo lo exquisita que se podía esperar de su situación acomodada. Vivía la familia en la calle de la Ballesta número 13, por entonces todavía no perteneciente a lo que después se convertiría en el barrio más golfo de Madrid. El padre, Higinio de Cachavera y Pascual, aparece en diferentes informaciones ora como magistrado ora como ilustre arquitecto, siendo esto último lo más probable. En cuanto a la madre, doña Micaela, era hermana o prima hermana de Remedios de la Gándara y Aguado, marquesa de Casa Iglesia por su matrimonio con el marqués, Guillermo Rancés y Esteban. Un tío, no se sabe por parte de quién, fue obispo de Granada y una hermana de la cupletista  se hizo monja en las Esclavas del Corazón de Jesús. La misma Antoñita recibió una esmerada educación, estudiando en las Ursulinas todo aquello que las niñas de buena familia debían saber en aquella época, no mucho, pero todo muy decente. Amigo de la familia fue el maestro Barbieri, que seguramente influyó en las tendencias artísticas de una jovencísima Antonia.
El futuro "diablo con faldas" estudió provechosamente
en las Ursulinas, recibiendo consejos de virtud y recato
La niña es aplicada aunque algo traviesa, recibe lecciones de canto, piano y baile, declama en prosa y verso ante las amistades y tiene todas las papeletas para ser un buen partido: es guapa, muy desarrollada para su edad y con las redondeces que la moda pide. Su carita redonda, de sanos colores, y una abundante cabellera castaña hacen olvidar una nariz demasiado ancha, defecto del que más tarde sabrá sacar provecho. Sólo una cosa empaña tanta perfección: la niña quiere ser artista, algo insólito dada su educación y posición. Como no puede ser de otra manera, su familia se opone y ella se siente algo asfixiada.
Cachavera, con traje serio y elegante, tal y como
correspondía a su educación y posición social
Todo aparentaba normalidad y bienestar en la familia Cachavera-Aguado, pero lo cierto es que las cosas no eran ni mucho menos lo que parecían ser. En diciembre de 1904 don Higinio es demandado por la cantidad de 3.000 pesetas por parte de un tal José García y Navarro. La economía familiar se ve resentida por las deudas del padre, hombre con poca suerte y acaso algún que otro vicio. En 1907 la niña (ya no tan niña) toma una decisión sorprendente que esconde una verdad incómoda: se escapa de casa para comenzar su carrera como artista, por vocación, pero también huyendo de una situación económica cada día más desesperada. De hecho, un año antes le ha sido embargada una finca, con hotelito incluido, en la madrileña calle de Eloy Gonzalo, acaso proveniente de alguna herencia. Las deudas familiares les han empobrecido, Antoñita ya no es tan buen partido.
Y así la señorita Cachavera, de buena familia y excelente educación, comienza a buscar trabajo en el mundillo teatral, y como todas las otras chicas (de familias más humildes y educación menos esmerada) encuentra su oportunidad en el floreciente mundo de las variedades, en su vertiente más sicalíptica. Tiene suerte y a finales de enero de 1907 ya está trabajando en el Price de Madrid, en un cartel en el que aparece Fornarina como figura principal, cantando el cuplé de "La llave" y su celebérrima machicha.
La deliciosa Fornarina en 1907 era ya una primera figura
del cuplé en España, a punto de partir hacia París
Pepita Sevilla compartió con Cachavera escenarios sicalípticos,
escándalos varios y no pocos procesos judiciales
En el recientemente reformado teatro-circo de la Plaza del Rey se reponen unas obritas del género chico alegre, es decir, sicalíptico: "La Arabia feliz" (poco feliz, según la crítica), "Enseñanza libre", "El corsé de Venus" (que, literalmente, borda Pepita Sevilla), "Miss Full" y "Venus Salón" (en la que actúa Fornarina). En "La Arabia feliz" tiene su oportunidad de lucimiento Antonia, que se convierte en el único aliciente de tan mediocre apropósito. La compañía del Price, tildada ácidamente por la crítica de "cómico-lírica-piernográfica", está formada por bellezas a la moda: jovencísimas, rebosantes de carnes y con poquita vergüenza a la hora de enseñarlas. Cachavera triunfa ya que reúne todos estos requisitos y alguno más, no en vano su capacidad vocal le sitúa en la zona de las tiples de zarzuela. Comienza los ensayos de una nueva obra, "La diosa del placer" y Cachavera (junto a sus compañeras de cartel) cumple sobradamente las expectativas en ella puestas. Os remito a las dos entradas sobre esta obra y sus consiguientes consecuencias, en los siguientes enlaces de este mismo blog:

http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.es/2011/01/intermedio-la-diosa-del-placer-i.html
http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.es/2011/01/la-diosa-del-placer-vista-desde-una.html

Después de la prohibición de "La diosa del placer", y como ideas no le faltaban ni a Cartolano ni a los otros empresarios de variedades, a continuación se anuncia en el Price un concurso de machichas, cuyo primer premio consiste en 1.000 pesetas, un dineral para la época. El público debe apostar por su pareja favorita, entre ellas las formadas por Pepita Sevilla con Elvira Lafón y Cachavera con Rosario Tordesillas. Las parejas cambian, según la noche y la disponibilidad de tiples. El concurso es tan sólo un reclamo para el público masculino, ya que el baile de la machicha es considerado, junto con el garrotín, el más atrevido de la temporada. Los orígenes del baile son oscuros: argentino o brasileño, con toques caribeños y un cierto atrevimiento parisino, una mezcla de muchas cosas con atuendos de fantasía inspirados en el Caribe o en cualquier lugar del sur de América o de España. En fin, una excusa tan buena como otra cualquiera para bailar sicalípticamente...
Antonia Cachavera y Marina Navarro bailando la machicha
Pepita Sevilla y Elvira Lafón y su versión del mismo baile
La machicha del Price dará que hablar durante mucho tiempo ya que provocará un escándalo más de aquellos irrepetibles tiempos del cuplé: disparatado, divertido, excesivo y algo chusco. Procuraré resumir, no será fácil.

El escándalo de la machicha del Price o cómo un empresario nunca aprende y una tiple no escarmienta

El 24 de febrero de 1907 actúan en el Price, como cada noche, Antonia de Cachavera y Pepita Sevilla bajo la dirección de Cartolano. Recientemente imputados por "La diosa del placer" y apercibidos por la autoridad competente, se han visto obligados tanto el empresario como las artistas a bajar el tono de los números más atrevidos. En uno de ellos, correspondiente a "La Arabia feliz", las chicas bailan una machicha (o matchicha), "baile de color harto subido" que recientemente han puesto de moda en España la pareja de baile Las Argentinas, en el teatro Eslava.
Las Argentinas, la italiana Olimpia D'Avigny y la bonaerense
María Cores, ejecutando su atrevida matchicha
Todo va bien, más o menos, hasta que el público -recordando la picardía del garrotín de la diosa- pide a voz en grito un poco más de movimiento o descomedimiento por parte de las bailarinas. En ese momento se encuentra en el escenario la Sevilla que, escamada por el comportamiento del respetable, hace un "ademán indecoroso" (pongamos que un corte de mangas o una peineta) dirigido al ya soliviantado personal. Para qué quieres más... se monta un follón que ríete tú de la guerra de Cuba. Dentro del teatro, como es de rigor, se encuentra un teniente de seguridad de tiesos bigotes, el Sr. López Salgado, con su correspondiente cuerpo de guardia. La escandalera alcanza tales proporciones que los guardias sacan los sables, la emprenden a golpes con el público, amagan con ensartar a los más violentos y consiguen desalojar el local. En la calle, no obstante, se sigue repartiendo estopa. Lo siguiente es lo de siempre: detienen a la Sevilla y a algún que otro gallito soliviantado. Y como siempre, acaban en la comisaria, esta vez la de Hospicio. La obediente Pepita (vestida como podemos ver en la fotografía de más arriba) se dispone a pasar la noche en el calabozo. A eso de las cuatro de la madrugada Francisco Cartolano, el sufrido empresario del Price, aparece en la comisaria con las 400 pesetas que se piden de fianza. Libera a su artista y se la lleva a casa, con el lazo chafado y el ánimo decaído. De momento, nada pasa, pero la cosa no va a quedar ahí, ni mucho menos. No sólo la Sevilla ha salido perjudicada de la escandalera: la empresa es multada con 500 pesetas, la obra se prohíbe, el local se clausura preventivamente y ¡se denuncia a Cachavera por bailar "demasiado alegremente"! ¿No quedamos en que el problema era, precisamente, la falta de "alegría"?
La  Cachavera en pose clásica, ocultándose tras una columna,
temerosa de ser detenida por su excesiva alegría
Unos días después comparecen Pepita y Antonia ante el Juzgado del distrito de Hospicio. La primera se declara inocente de haber realizado ningún gesto inconveniente ya que tan sólo estaba llamando a su compañera para que saliese a escena, en vista de lo que el público solicitaba. A continuación declara Antonia y con pocas palabras (ella era muy escueta) desbarata la versión de Pepita: imposible que la estuviese reclamando, ya que se encontraba justamente en el lado contrario, en el foro de la izquierda, junto a los bastidores. Además, ella no tiene que salir a escena porque una compañera le llame, ni ser llamada por nadie, ya que sólo la música marca sus entradas. Como se ve, no reina entre ellas precisamente el compañerismo y la armonía, pero la explicación es mucho más sencilla ya que Antonia, simplemente, está diciendo la verdad. Ya bastante tiene con la denuncia que le han puesto por sicalíptica, si además la pillan por mentirosa, entonces no se libra del calabozo. A continuación declara el teniente de seguridad y ratifica la declaración de Cachavera: él no vio en el ademán de la Sevilla ninguna llamada a una compañera, más bien una llamada a la rebelión de las masas. Aclara también lo de sacar los sables, ya que tuvieron que detener por la fuerza a los exaltados espectadores que amenazaban con subir al escenario y llevarse a las tiples. Al final todo se queda en lo de siempre, es decir, apenas nada. Se imponen (y se cobran) multas, se reabre el local, el público y las tiples se comprimen durante una temporada y el marqués de Vadillo se toma una tila. Otra más.
¡Ah, la tila! ¡Cuánto bien hizo en los tiempos del cuplé!
Conclusión (aparecida en un periódico de la época): "Mandaría a la empresa del Price que no dejase de poner en los carteles diariamente esta coletilla: Si el público pide matchicha acentuada, los guardias le suministrarán un calmante de evidentes y eficaces resultados. Se suplica el árnica".
Y el árnica, sin duda, el árnica también...

Después de tanto escándalo y tanto juzgado, el Price decide reabrir a mediados de marzo de 1907, inaugurando su tercera temporada con nueva compañía, más acorde con la moral y las buenas costumbres. Dirigida por el Sr. Armengod, famoso por sus comedimientos escénicos, se estrena "El soldado de San Marcial", obrita casta, pura y de entretenimiento familiar. Resulta un fracaso. Todo el mundo echa de menos la machicha de Cachavera. Mientras tanto ésta asiste, junto a sus compañeras y además amigas, la Méndez y la Rosales, al estreno en el Cómico de una obra pretendidamente sicalíptica, "El Paraíso de Mahoma". Asisten desde un palco, atónitas, a la representación. Cuchichean, se hacen cruces, se entristecen. Al salir hablan con los críticos teatrales y éstos, contritos, escriben en sus rotativos al día siguiente: "La sicalipsis ha muerto". Tanto decreto, tanto estricto gobernador, tanto teniente que tira de sable han conseguido, al fin, convertir el género ínfimo en una cosa mediocre e insípida. Pero no tienen razón en una cosa: la sicalipsis no ha muerto, sigue vivita y coleando dentro del cuerpo retrechero de Cachavera y otras como ella. Ya se encargarán de resucitar el género en muy poco tiempo. Mientra tanto, Cachavera consigue un contrato en Barcelona, ciudad con un gobernador algo más tolerante hacia el género ínfimo. La tiple se encuentra lejos de Madrid cuando sucede allí algo que le afecta profundamente, de una forma personal: un hermano suyo es detenido, junto a un compinche, acusado de haber estafado un mantón de Manila tasado en 1.500 pesetas al dueño de una casa de préstamos de la calle Amor de Dios. Desgraciadamente se trata de la primera de unas cuantas tropelías que, a lo largo de los años, irá cometiendo el extraviado hermano de la cupletista.
Cachavera, ajustándose o desajustándose el mantón (no se sabe)
mientras piensa en cómo resucitar la sicalípsis
Antonia regresa a Madrid contratada por la sala Parisiana, cuya empresa "sabiendo los deseos de una gran parte del público elegante de Madrid, del bello sexo, que no pueden asistir a los music-halls" ha decidido  hacer la fiesta de la Asociación de la Prensa con vedettes de las variedades como Amalia Molina, Fornarina, Nieves Gil, Malaguita,Candelaria Medina, las Olivares, la Negrita y, cómo no, Cachavera. Ésta canta sus cuplés, con su voz elegante y educada, luce un atuendo esmerado y baila una machicha "con todo el sabor pero sin exageraciones que puedan molestar a los detractores de este baile". Los empresarios se fijan en ella, llevados en parte por su fama tras los escándalos en Price pero también, y sobre todo, por su contundente presencia escénica, ya que no es sólo una cara bonita sino que también sabe cantar y actúa con graciosa desenvoltura. Se dice que va a ser contratada por el Eslava para reforzar la compañía de Julia Fons, tiple fina que no perdía la compostura ni cuando cantaba el cuplé de "La regadera". Al final, Cachavera no es contratada, pero sí algunas chicas provenientes de las filas del género ínfimo, en lo que público y crítica consideran como un giro hacia la sicalipsis por parte del teatro del pasadizo de San Ginés.
Cachavera, elegante, dulce y discreta, apta para
el público "del bello sexo" que no podía ir al music-hall
Antonia hará su gira por provincias, triunfará en Lisboa, volverá a Barcelona (donde empieza a ser enormemente popular) y vivirá estos primeros tiempos profesionales con gran intensidad. Ha triunfado desde el primer momento y su figura no ha sufrido, todavía, el descrédito que el género que cultiva le traerá más adelante. Es considerada más como una tiple que como una cupletista, aún cuando cuplés cante cuando así se tercia. Su belleza juvenil no pasa inadvertida y ella sabe cómo emplearla. Sin embargo, desde el principio, tuvo fama de inaccesible para los caballeros. Su sentido de la moral no era el que de su educación podría esperarse pero, a su manera, fue una mujer tremendamente fiel, monógama, decentísima y tradicional, siempre avant la lettre, adelantándose a su época en muchos aspectos. Sigue teniendo relación con su familia (su padre va de susto en susto, pero se va acostumbrando) y mantiene a raya a los admiradores más insistentes. Tras su físico incitante se esconde una viva inteligencia que, de cuando en cuando, se deja entrever a través de sus ingeniosas salidas. Toda una compleja personalidad.
Antonia de Cachavera podía ser la más elegante y
delicada entre todas las tiples...
... o la más descocada de las cupletistas de su época
Comienza el año 1908 triunfando en el Lírico de Madrid donde, tras bailar una de sus machichas, es sacada en hombros del teatro por un público enfervorizado, que se la lleva a la calle entre aclamaciones toreras. En febrero es noticia por demandar a una costurera por un asunto menor pero de cierta jugosidad: al parecer, Cachavera había traído de Lisboa un bonito cuerpo (o corpiño) de seda color vino de Burdeos pero, siendo la comida española de más fundamento que la portuguesa, Antoñita engorda y necesita hacerle al cuerpo (el de seda) una ampliación que lo ajuste a sus nuevas formas. Se lo lleva a una costurera y, cuando va a recogerlo, se encuentra con que no hay cuerpo, ni grande ni pequeño ni nada. Al parecer, la costurera se lo había vendido por una buena cantidad a un admirador de la tiple, al que bien podemos considerar un tanto fanático cuando no fetichista. Con lo del "cuerpo de la Cachavera" hubo en Madrid chufla durante una corta temporada.
Por lo demás, el año 1908 resultará tan triunfante como agotador. Es contratada por la sociedad Lageded para el baile de máscaras que celebrará en el Lírico, junto a otras estrellas de las variedades como Julia Esmeralda, las Hermanas Celis, la Bella Oriental, Candelaria Medina, Amalia Molina y Las Pilarcillas. Como estrella indiscutible se presenta a la bailarina Paz Calzado (recién llegada de París) que interpretará junto a un grupo de ocho chicas más un descocado y desenfrenado can-can. En cuanto a Cachavera, bailará con su compañera Palmira su no menos descocada -aunque no tan desenfrenada- machicha. Su triunfo es tan apoteósico que es contratada a continuación por otra sociedad, la Bagatela, para actuar en el baile que celebrará en la Zarzuela. Allí lucirá su famoso traje de tul negro, sobre mallas ceñidas de seda marfil, que será uno de los hitos de su carrera.
El traje del baile de Bagatela es uno de los más impactantes
de la historia del género ínfimo español
Cachavera vuelve a Barcelona donde decide dar clases de canto con Caridad Herrera, ilustre profesora tanto de una soprano como la Paretto como de una tiple como Antonia. Y con la lección bien aprovechada, debuta ésta en el Tívoli dentro de la compañía de Pepe Moncayo en las obras "San Juan de Luz" y "Las bribonas". Dura poco (no llega a los dos meses) en esta compañía debido a diferencias surgidas con la empresa ya que, al parecer, pide una mayor retribución y no consigue otra cosa que ser sustituida por la tiple Conchita Sánchez-Bell. Pero no será en vano este paso por el Tívoli ya que esta obrita, "Las bribonas", le dará a Cachavera la fama y casi la fortuna que tanto ansía.
Como "Las bribonas" se merecen, por muchos motivos, una larga explicación, déjolas junto a una espléndida Cachavera para la siguiente entrada sobre su vida y obra. No os lo perdáis, no tiene desperdicio.

12 comentarios:

  1. Que delicia leer tus entradas!... tan bien redactadas y documentadas. Para mi son temas desconocidos (perdone la ignorancia !) y me interesan muchísimo. Existen grabaciones de esta época, con estas divas ? Gracias !
    Bss.

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    1. Gracias, ya sabes que yo también soy fan de tu estupendo blog. En cuanto a las grabaciones, existen, ya lo creo. En youtube tienes unas cuantas, gracias a coleccionistas y estudiosos del tema (vertxxgg es uno de los más activos) y la discográfica Blue Moon tiene interesantes recopilatorios (tienen página web).

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  2. Hola ! Tengo algo para ti en mi Blog.
    Un abrazo,
    Marga

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  3. ¡Cómo me ha gustado este estupendo artículo! Digno de una tesis doctoral, sin duda.
    ¡Enhorabuena por esta vocación histórica y por la generosidad que muestra al compartirla con nosotros!

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    1. Gracias, Anónimo. No sé si es digno de una tesis doctoral, pero me conformo con que lo disfrutéis: este blog está hecho, entre otras cosas, para compartir y entretener.

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  4. Enhorabuena al autor de este fantástico trabajo sobre La Cachavera. Me gustaria contactar con él. Por documentación notarial, puedo asegurar que Dña. Antonia de Cachavera y Aguado fue hija del arquitecto D. Higinio de Cachavera y Pascual y de Dña Micaela Aguado de la Sierra, hermana del célebre arquitecto Miguel Aguado de la Sierra. Tal y como el autor sospecha, La Cachavera debió quitarse años por cuanto su nacimiento no pudo producirse con posterioridad a 1883, año de defunción de su joven madre Micaela. Con mucha menos seguridad, también podría decir que La Cachavera no era sobrina sino prima de Dña Remedios de la Gándara y Aguado, marquesa de Casa Laiglesia por su matrimonio con D. Guillermo Rancés y Estebán. Como anécdota le dire que toda la familia materna de La Cachavera fue muy amiga del Maestro Barbieri.

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    1. Muchas gracias por tan valiosísima información. Mi dirección de e-mail es: tyjmateos@gmail.com. Puede contactar conmigo cuando así lo desee. Soy autora, no autor y le estoy muy agradecida por todo lo que me cuenta, que procedo a incluir en las entradas citando que es información recibida por un anónimo lector. Si tiene a bien decirme su nombre, por supuesto que lo citaré. De nuevo gracias y disculpas por la tardanza en responder a su comentario.

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  5. Estimado amigo, gracias por esta valiosa información, nos hemos permitido usar un extracto en la pagina de Facebook del Museo Nacional del Teatro, al publicar una entrada con una de las fotografías que custodia dicho museo de “La Cachavera”. Por supuesto citando la procedencia.
    Espero que sea de su agrado.
    http://www.facebook.com/museonacionaldelteatro

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  6. Muchas gracias por toda la información que compartes en tu blog. Será un placer compartir contigo cualquier otra información sobre el tema que pueda encontrar

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    1. Gracias, Rosa. Estaré encantada de compartir contigo las cosas del cuplé y sus artistas.

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