La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

lunes, 26 de noviembre de 2012

LAS OTRAS: Antonia de Cachavera (II)

Antonia de Cachavera y otros miembros del elenco, en el escenario
de "Las Bribonas", concretamente en la escena XX del Cuadro V
El 10 de junio de 1908 se estrena en el teatro Apolo de Madrid, una obrita de género chico llamada "Las Bribonas", con libreto y letra de Martínez Viergol y música del maestro Calleja (sobre ella tenéis numerosa información en la red). El género chico, que se encuentra en su momento de máximo apogeo, se ha visto influenciado en los últimos años por la sicalipsis y en "Las Bribonas" se encuentra, probablemente, su máximo y más digno exponente. Siendo en su momento una obra influyente y de una calidad por encima de la media, aún se repone en la actualidad, a diferencia de otras muchas que se han perdido -algunas, merecidamente- en el mayor de los olvidos escénicos. Pero para este blog y la entrada que nos ocupa, es importante por lo que significó en la carrera artística de Cachavera.
Antonia, perfecta en su papel de Mademoiselle Margherite,
luciendo deshabillé y coquetos lazos en el Cuadro III
Después de estrenarla en el Tívoli de Barcelona, donde tuvo sus más y sus menos con la empresa, Cachavera pasa a formar parte de la compañía que la estrena en el teatro Duque de Sevilla, interpretando de nuevo a la (aparentemente) casquivana Mademoiselle Marguerite. Tiene tanta confianza en su papel y en la obra, que encarga su vestuario a una casa de modas parisina, gastándose en sus toilettes escénicas la friolera de 6.000 francos de entonces. Esta costumbre nos puede resultar chocante hoy en día pero en aquella época no era infrecuente que una artista llevase su propio vestuario a escena: seguir la última moda y vestir lujosamente no era algo que se incluyese en los presupuestos de las compañías de género chico, la mayoría de ellas modestas y algo toscas para los detalles.
Cachavera, Pepe Alfonso y Elias Herrero en la escena II del Cuadro III,
con Antonia en el deshabillé que luce en la foto anterior
Pero no todo es moda y apariencia. Antonia triunfa en "Las Bribonas" principalmente por su talento escénico, su habilidad innata para la comedia y su voz, pequeña pero bien modulada, con la que canta los "Cuplés de la modista", que se convertirían en un clásico del género y en la pieza insustituible del repertorio de la tiple. En la obra canta, baila, interpreta, luce palmito y ofrece al público, con la generosidad que siempre le fue característica, su personalidad abierta y desinhibida.
En el la escena VII del Cuadro I, Antonia junto a Rosita Viñas, Pepe Alfonso y
Elías Herrero, en el  número del baile inglés "Muy buenos días"
En el teatro Duque de Sevilla actuará con enorme éxito "la hermosa tiple madrileña Cachavera" durante unos tres meses, simultaneando "Las Bribonas" con otras obras, tales como "Certamen nacional", "San Juan de Luz", "La balsa de aceite", "La república del amor" (otro de los grandes éxitos del género chico) e "Imposible l'hais dejado" que, con tan chusco título, tuvo de imposible tanto el argumento como el éxito, resultando un enorme fracaso. La que no fracasa es Antonia, que creciéndose con la enorme fama adquirida, pide a la empresa del Duque un aumento de sueldo que, de nuevo, no consigue. Y, de nuevo, sale Antonia disparada de los escenarios sevillanos, buscando y consiguiendo trabajo como tiple en el teatro Principal de Alicante. Pero a Sevilla tiene que regresar, esta vez llevada por la irresistible llamada de su enésimo pleito.
Cuando Antonia sale escopetada de Sevilla, desaparece su serrano cuerpo pero queda allí la impresión de su elegante y bien vestida figura, con aquellos famosos trapitos franceses que le habían costado un españolísimo riñón. La empresa del Duque, tan tacaña como espabilada, decide copiar las toilettes y colocárselas a Amaparito Bori, la tiple que ha sustituido a Cachavera en su papel de Margherite en "Las Bribonas". La desvergüenza llega al extremo de incluir otro de los atuendos fusilados en la obra "La Brocha Gorda".
Amparito Bori en "La Brocha Gorda", postal que incluye la leyenda:
"Trage(sic) que motivó el pleito con La Cachavera"
Antonia se entera del apaño e interpone la correspondiente demanda en los tribunales de Sevilla contra la empresa del Duque, solicitando una indemnización de 5.000 pesetas que es, al parecer, lo que le pagó al modisto parisino. Teniendo en cuenta que anteriormente había declarado que el coste de los trajes había sido de 6.000  francos, o bien rebajó sus pretensiones ante la ley o el cambio de la época resultaba ventajoso a la peseta... caso raro, muy raro de creer. En fin, la justicia falla y lo hace a favor de Cachavera, quedándose la Bori compuesta y sin trajes. La carrera de la bella Amparito quedó asimismo en suspenso, sin ser culpable de nada que no fuera lucir su palmito con las toilettes diseñadas para otra. A la Bori volveremos más tarde, siendo como fue, una más entre las "bellas olvidadas".
La Bori, esta vez en "Las Bribonas", con idéntica
leyenda explicativa pero diferente trage(y de nuevo, sic)
Antonia continúa su carrera triunfal y, mientras hace temporada en Alicante, regresa brevemente a Madrid para actuar en el baile de la sociedad La Bagatela, celebrado el 10 de febrero de 1910 en el teatro de la Zarzuela. Vuelven a contar con ella tras el éxito obtenido el pasado año con su famoso traje de tul transparente, aunque este año decide enseñar menos y cantar más. Interpreta el cuplé del minino de "La república del amor" (no confundir con el morrongo de "Enseñanza libre", aunque en él se basa) y baila la machicha de "La carne flaca". Los títulos de género chico se suceden a tal velocidad que, a estas alturas, ya nadie sabe si es la república la flaca y el amor es a la carne. Aunque algo de todo esto había.
Escena de "La república del amor", con las señoritas
Sánchez Jiménez (Marioneta) y Manso (Soldadito)
Cuando termina en Alicante, después de un breve paso por Orán, es contratada por el teatro Máiquez de Cartagena y allí sucede algo que ya estábamos echando de menos: el alcalde decide clausurar el teatro (y de paso, otros locales del género ínfimo) a causa de los frecuentes escándalos que provoca Cachavera noche tras noche. Después de esto, y acostumbrada como está, continúa impertérrita sus galas veraniegas (los famosos bolos por provincias) hasta que regresa al escenario de una gran ciudad, esta vez Barcelona y en el teatro Gran Vía, que reabre como una "sucursal del Eslava" madrileño, especializado en género chico. En Barcelona residirá durante unos meses, convirtiéndose más adelante esta ciudad en su lugar favorito para actuar y para vivir, pero en la primavera de 1910 la volvemos a ver girando por España, actuando en el Principal de Málaga, el Máiquez de Cartagena (sí, el del penúltimo escándalo) y, de nuevo, el Duque de Sevilla.

Antigua litografía del Teatro Duque de Sevilla, ya derribado,
y que estaba situado en la plaza del mismo nombre
En Sevilla tiene Cachavera un público incondicional y, al parecer, había hecho las paces con la demandada empresa del Duque o bien, cosa nada infrecuente, la empresa ya era otra. En su escenario representa las obras "La cachunda" e "¡... Y cómo me pica!", título éste último merecedor de ser incluido en una antología, no se sabe si sobre la sicalipsis escénica o sobre dermatitis y otras alergias. Estas obras, desenfadadas y sin pretensiones, entusiasman a los espectadores sevillanos tanto como a los barceloneses, a los murcianos o a los madrileños. Si algo unía a los españoles de la época era su solidaria afición al género ínfimo.
"Os contaré un secreto: soy capaz de hacer cosas mucho mejores,
pues talento no me falta...", parece decirnos Cachavera
Pero Antonia no se conforma con la sicalipsis y el 10 de mayo de 1910 estrena en Sevilla un monólogo lírico titulado "La tiple", escrito expresamente para ella por el periodista Juan Antonio de Eguilaz. En este monólogo, cómico y crítico a partes iguales, con un cierto toque de lucidez y amargura, la Cachavera de rotundas carnes deja entrever un fondo sensible y vulnerable. La crítica se deshace en elogios pero, desafortunadamente, el monólogo no dura en escena más allá del tiempo necesario para otorgar cierto prestigio a la monologuista.
Pero el prestigio no es algo que dé de comer y a continuación Antonia regresa a Madrid, al Salón Madrid para ser más exactos (ese "antro de amoralidad" que tan bien funcionó durante el reinado de la sicalipsis), para actuar en programas de variedades figurando como "la verdadera creadora de la machicha", obviando así al inolvidable dúo de Las Argentinas, que fueron las auténticas creadoras. En el Madrid toma parte en un entremés titulado "Del baile al lecho", con la autoría reconocida -por increíble que parezca- de Huete Ordoñez en el libreto y el maestro Muñoz en la música. Quede como muestra del género esta breve descripción de lo que en escena acontecía: "...Cachavera ha hecho una auténtica creación en su picaresco papel de artista de varietés, y así cuando viene a su alcoba coquetona, del baile de disfraces, derrochando alegría y un tanto achampanada, como en los cuplés del "chupa-chupa" que corea el público mientras ella lanza bocanadas de humo, está inimitable". Todas las noches se agotan las localidades.
Las tiples de "La diosa del placer" durante el proceso:
obsérvese el sombrero de Cachavera, no lo había más grande y aparatoso
En junio de 1910, tres años después del suceso, llega el momento del juicio por "La diosa del placer". Si conocéis las entradas que al respecto están publicadas en este blog, poco más hay que añadir. Si no es así, aquí tenéis un breve resumen: después de tres años, el fenómeno de la sicalipsis en los escenarios españoles ha "evolucionado" de tal forma, que lo que en 1907 se consideraba el colmo de la desvergüenza es visto ahora como un entretenimiento inofensivo; si entonces las tiples fueron motivo de escándalo por ir en camisa, poco después se quitaron la camisa, más tarde se pusieron mallas y ahora ni eso. Nadie se ofende ya por un sensual garrotín cuando más tarde llegaría la machicha, con sus explícitos movimientos. Y así las tiples, los autores y el empresario son absueltos en un proceso que hoy definiríamos como mediático y que tuvo momentos francamente hilarantes (ver la foto de las artistas maniatadas).
Antonia, abajo a la derecha, y el resto de implicados en el proceso de
"La Diosa del placer", tiples y autores mezclados, que no revueltos
Antonia sale indemne de este caso, e incluso con su fama reforzada ya que el escándalo siempre le sentó bien a su carrera. Sigue actuando en el Salón Madrid con "Del baile al lecho" y "El último recurso", donde canta picarescos cuplés que son coreados por el entusiasta público. Pero Cachavera no sería lo que fue si no fuera por lo que era: una de las artistas del cuplé que más veces pasó por los juzgados y las comisarías de España.

Una tiple enfurecida y un empresario acongojado o cómo aprender a no mentar un impuesto para desfacer un entuerto

La noche del 13 de junio de 1910, estando ya próximo a finalizar su contrato en el Madrid, Antonia tiene un sonado encontronazo con el representante de la empresa, el sufrido Sr. Hernández. Cierto es que tan sólo se conoce la versión del empresario, ya que éste se encargó de difundir un comunicado en prensa exponiendo su punto de vista como víctima de la "feroz" Cachavera. Y esta parcial versión de lo ocurrido, a falta de otra, es la siguiente: aquella aciaga noche, y por razones que se desconocen, Antonia decide unilateralmente alterar el programa e incluir en la función números no dispuestos por la empresa. Como era de esperar, el número es el que se forma tras el telón, con el público impaciente sentadito ya en sus butacas. El Sr. Hernández se niega a cambio alguno, Antonia amenaza con largarse y Hernández se ve obligado a recurrir a la autoridad competente que se encuentra en el local, pero ni empresario ni autoridad logran doblegar a la indómita cupletista. Ésta pide su finiquito, Hernández le dice que, bueno, pero que le tiene que descontar un cinco por ciento del impuesto de utilidades, ya que con Hacienda -entonces, como ahora- no se juega. Antonia monta en cólera "en forma incorrectísima, verdaderamente soez".
Cachavera o el azote de los empresarios,
siempre según la versión de éstos últimos
La escandalera ha llegado hasta el público, la cosa se pone fea y la policía se lleva a la desatada Antonia, una vez más, a comisaría. Pero la tiple no se da por vencida y a continuación demanda a la empresa del Salón Madrid por el impago de su sueldo durante los veinte días que ha estado allí actuando. El Sr. Hernández no da crédito y cuando se repone del soponcio inicial demanda a Cachavera por incumplimiento de contrato. Y consigue demostrar el pago religioso de la empresa a la artista de todos y cada uno de los días en que ésta actuó en el Salón Madrid, "exactamente uno por uno", según sus propias palabras, presentando los correspondientes recibos.

Conclusión: Hernández no tuvo nada que pagar, Cachavera pagó lo que debía y Hacienda, una vez más, se quedó con su parte sin que en ningún momento le fuera discutida. Entonces como ahora.

Quedándose en nada, o en muy poco, el enésimo choque de Cachavera con los empresarios de variedades, y aprovechando que ya ha comenzado la temporada estival, decide la tiple hacer una pequeña gira que le lleva al Cómico de Huelva y al Teatro de Verano de Melilla, entre otros. Por increíble que parezca regresa al Salón Madrid durante unos pocos días, formando parte de un espectáculo de variedades. No impone condiciones ni es figura de cartel, limitándose a ser una más del elenco, calladita y obediente como la que más. Después es contratada, muy ventajosamente, por el Teatro Lópe de Vega de Valladolid donde es premiada por su buena conducta con interesantes papeles en "La corte de Faraón" y la opereta "El conde de Luxemburgo" junto a su vieja conocida, Ascensión Méndez y el prestigioso Enrique Palacios. En este teatro, y como tiple, actuará durante una larga temporada.
Antonia escondía, tras su apariencia elegante y sosegada,
una personalidad hecha para el pleito y la demanda
Todo parece ir bien hasta que, con fecha del 19 de diciembre de 1910, el nombre de Antonia de Cachavera y Aguado ("coupletista, mayor de edad, sin vecindad fija y que se halla en rebeldía") aparece en el Diario Oficial de Avisos por su incomparecencia y condena posterior en el juzgado del distrito de Palacio de Madrid. Todo ello motivado por una deuda de 850 pesetas contraída con el escribiente Nicanor del Castillo y Rodríguez, en concepto de no sabemos qué. Antonia, en paradero desconocido, es condenada y se le insta a pagar esa cantidad, más costas, intereses y otras cosicas, a pesar de haber hecho declaración previa de pobreza. Algo difícil de creer por parte del ilustre juez, don Adolfo Suárez, ni por don Nicanor, ni aún tocando el tambor.
Antonia, en un evidente estado "interesante"
que ni la túnica de corte imperio podía ocultar
Respecto a la vida privada de Cachavera poco os he contado ya que fue, paradójicamente, una de las artistas más discretas y celosas de su intimidad de los tiempos del cuplé. Así como no le dolían prendas a la hora de actuar, de demandar, de discutir o de lucir exagerados sombreros, en lo que se refiere a su vida privada Antonia se convertía en una criatura recatada, casi gris de tanto querer pasar desapercibida. Sin  embargo vida privada tenía, claro está, y fue sin duda tan poco convencional como su temperamento. Tuvo varias parejas, con o sin papeles por medio, siendo una de las más conocidas la que formó con su representante Antonio Díaz. Con él compartió, al menos, un hijo y no pocos pleitos. El más sonado de los cuales fue el motivado por un contrato en Cuba que artista y representante incumplieron. La excusa fue la del embarazo de Cachavera, en febrero de 1911 a punto de dar a luz, siéndole por tanto imposible embarcarse para La Habana. Sin embargo, el embarazo no impidió a la pareja cobrar las 1.700 pesetas que los empresarios Santos y Artigas les habían adelantado para los gastos del viaje. Estos empresarios, establecidos en Cuba, envían como intermediario al artista José Toresky para que visite a la pareja e intente convencer a Díaz del pago de su deuda, pero éste alega reveses familiares, el embarazo de Antonia, etc, disculpándose por todo ello y prometiendo pagar lo que debe.
Toresky era un transformista, un actor cómico que cambiaba
de personaje para contar diferentes historias
Este pago no se realiza nunca y la pareja es demandada, ya que ambos firmaron el recibo de la discordia. A raíz de este suceso conocemos un dato que resulta inquietante: Antonio Díaz tenía ya fama de informalidad, no era precisamente el más honrado de los agentes artísticos y, lo que es peor, nadie se fía ya de él ni en éste ni en otros asuntos. Mientras tanto, en Cuba solicitan artistas de variedades, comunicando a los interesados que serían bien acogidos ventrílocuos, duetistas, pantomimístas y excéntricos, pero que no es buena época para coupletistas y bailarinas. La informalidad de Cachavera ha dejado mala impresión en la isla.
Los excéntricos ingleses The Pantos, bailarines y acróbatas,
tuvieron un gran éxito con su número de variedades
Antonia se ha afincado en Barcelona, en donde a partir de ahora tendrá diferentes domicilios, siempre alrededor de la zona del Paralelo. De hecho será en Barcelona donde se desarrollará mayoritariamente su carrera artística, actuando en los primeros tiempos sobre todo en el Edén Concert y la Gran Peña. En estos locales simultaneará obras de contenido marcadamente sicaliptico, como las ya conocidas "La cachunda" y "La noche del rompimiento", junto a otras nuevas -pero igualmente olvidables- como "Amor de viejo", "¿Traes el chisme?", "Teodomiro no tiene nada" y "La presa". De todos modos, y siempre y cuando la empresa se lo permite, incluye en su repertorio alguna obra de mayor calidad como la zarzuela "La reina del molinete" o sus queridos monólogos, en los que se maneja con soltura entre lo cómico y lo melodramático. Aunque realiza grandes esfuerzos en sentido contrario, es en Barcelona donde se remata su conversión en la "reina de la sicalipsis", convirtiéndose el nombre de Cachavera en un sinónimo del género. A pesar de su manera libre de ver la vida, tiene que ver cómo incluso los más progresistas ponen en juicio sus costumbres y su estilo: en la publicación "Vida socialista" se critica a la cupletista veladamente, considerando que su talento es auténtico pero que "si no se le vendiesen obras, se purificaría el ambiente...".
La cupletista italiana Circasiana Fini en la época
en la que compartió escenario con Cachavera
Cada vez que Antonia abandona el Edén Concert para hacer algún bolo, en Barcelona se da por desaparecida la sicalipsis, al menos momentáneamente. Aunque no suele ser cabeza de cartel, tiene un público incondicional muy característico (es decir, algo golfo), que sabe perdonarle sus pequeñas deserciones. Durante el año 1912 compartirá escenario con cupletistas como la Bella Nena (estrella de fugaz paso), Angelita Solsona y Circasiana Fini, estas dos últimas consideradas como artistas "serias" dentro del género del cuplé, con grandes voces, versatilidad en la interpretación y decentísimas toilettes. Cachavera es... otra cosa. Cachavera es Cachavera y en la siguiente entrada veremos como el escándalo sigue acechándola, sin que su fama merme ni su inquebrantable voluntad se tambalee. A pesar de las multas.

6 comentarios:

  1. Excelente entrada!
    Tu gran talento para relatar historias de tiempos no vividos, estimula la mente del lector hasta lograr la visualización imaginaria de aquellos personajes y lugares.
    Gracias y espero la continuación...
    Bss,
    Marga

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  2. Espléndido recorrido gráfico por las principales cupletistas de comienzos de siglo XX. Una fuente de documentación altamente valorable.

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    Respuestas
    1. Gracias Roncalis. Espero que este blog te sea tan útil como entretenido.

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  3. Hola, llegué a este blog de pura casualidad, y me ha parecido muy interesante... Vivo en Chile, y en unas revistas de principios de siglo XX que conserva mi familia aparecían entrevistas y reportajes sobre algunas de las cupletistas que aparecen aquí... Se hablaba de que, dados los “nuevos tiempos”, “los caballeros pueden confesar sin temor entre sus amigos el haber asistido a espectáculos sicalípticos” y se destacaba que incluso estas mujeres viajaban a Sudamérica y realizaban espéctaculos con mucho éxito.
    Me bajó un día la curiosidad si alguien recordaba a esos personajes que alguna vez fueron tan famosos, las busqué y di con este blog. Me ha parecido muy interesante. La verdad es que el cuplé me parece un estilo demasiado "distinto” a lo que me gusta oír, y me cuesta apreciar la belleza de estas mujeres, porque si bien es verdad que son muy bien proporcionadas y de buenas facciones, es una belleza tan distinta a la que se busca hoy que cuesta imaginarse que hayan causado tanto furor, pero me gusta pensar que las mismas impresiones que me ha producido ellas serán las que producirán los cantantes de moda en un siglo más, así como no puedo imaginar a las “bonitas” de hoy en día ni con los trajes ni con los aspectos de ellas... Y es que cuesta tanto imaginar lo que habríamos pensado si viviéramos en otros tiempos o lugares!…. En fin, es un gran blog, que me sirvió para imaginarme qué habría pensado y qué me habría gustado de haber nacido hace más de 100 años.

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  4. Gracias por tu comentario, amigo chileno, me encanta ser seguida en tu país pues sé que muchas cupletistas "hicieron las américas" en su época, y por cierto, es donde más dinero ganaban y más queridas (y respetadas) se sentían. Efectivamente, su belleza es muy diferente a la que hoy se lleva. Tampoco suelen salir muy favorecidas en las fotografías, que no siempre estaban hechas por los mejores fotógrafos ni con los mejores medios, aunque me inclino a pensar que ganaban mucho en escena: no es lo mismo ver una imagen estática de calidad regular que a una artista, a la que se le supone talento y gracia, moverse en un escenario. El color, el sonido, el movimiento son aspectos que seguramente hacía que estas mujeres ganasen en belleza en sus tiempos. De todos modos, ciertamente, para nosotros su talla no es precisamente la ideal. En el caso de Raquel Meller sí que hay películas mudas en las que la podemos ver o al menos, moverse... un poquito más rápido que en la vida real y sobreactuando. En cuanto a las grabaciones, por muy buena calidad que tengan, tampoco nos sirven para obtener la verdadera dimensión de sus facultades vocales. En fin, es complicado saber cual sería nuestra sensación si las pudiéramos haber visto en su día. Eso, o poder hacer un viaje en el tiempo, posibilidad que personalmente me fascina.

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