"La diosa del placer" vista desde una butaca o Cómo empezó todo
En su columna del diario "El País" el 10 de febrero de 1907, un crítico teatral que firma con el seudónimo de Emetea, nos deja esta descacharrante descripción, extremadamente detallada, de la obra "La diosa del placer". Me limitaré a transcribir la parte en la que cuenta la trama, con detalles sobre el vestuario, la escenografía y las interpretaciones, así como algunos comentarios de Emetea, altamente descriptivos sobre su estado de ánimo durante la función. He omitido la parte crítica, no muy favorable, para mostraros este impagable ejemplo de estructura dramática del género sicalíptico:
Primera página del diario republicano "El País"
del 10 de febrero de 1907
"El primer cuadro se titula "¡Atención!". La escena está dividida; a la derecha una habitación modesta, que ocupa Inocencio (Mesejo), estudiante de cura, y a la izquierda, otra elegante que alberga a la Cachavera. Inocencio ha hecho un agujero en un tabique para ver cómo se desnuda la vecina, cuando ésta llega acompañada de otra amiga (señorita Méndez), a quien ha ofrecido albergue.
Inocencio mira, y las dos mujeres se desnudan; pero de veras; y cuando apagan la luz, Inocencio se acuesta y sueña, sueña que se le aparece la Diosa del placer (Sra. Lafont) sin más ropa que una banda azul por el pecho y otra por la cadera, y la invita a recorrer regiones ignoradas.
Un alarmante cartel nos anuncia los procedimientos que en los Baños del Placer aplican.
Apolo recibe las visitas y diagnostica y aconseja el remedio que debe aplicarse; a Inocencio le recetan baños, esencias, masaje y picante. E inmediatamente le introducen en el baño seis subyugantes nadadoras (a cuyo frente van la Cachavera y la Sevilla).
Cuando termina el baño, la Lafont, la Méndez y seis perfumadoras más, vierten esencias sobre el seminarista, a quien para alivio de sus males, la Cachavera y la Moscat, con trajes vaporosos, le aplican el masaje(!)
"Agua y fuego" se titula el cuadro quinto, y en él, la Tordesillas se baila un tango emocionante, y la Lafont y el coro, cantan y bailan el tango de la guindilla.
Y apaga y vámonos.
Hemos llegado al sexto, al sexto cuadro, se entiende.
Inocencio se despierta dando voces de fuego, y claro, despierta también a las vecinas, que le invitan para que entre en la alcoba y les refiera el ensueño. Y el seminarista, sin ambages y sin rodeos, se cuela en la habitación, donde le aguardan las bellas ligeras, pero muy ligeras de ropa.
Entonces Inocencio se niega a relatar lo soñado, si no aplaude el público.
Y el público, claro está, no sólo aplaude, sino que obliga a que se levante el telón ocho veces; pide se quite la bata la Cachavera, hace que salga todo el mujerío a escena y las ovaciones se suceden.
Los chistes muy subidos y la música juguetona.
La obra dará dinero a la empresa, que ha hecho un derroche de trajes para vestir, mejor dicho, para desnudar la obra.
.... ¡El disloque!"
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