Nos han llegado de Consuelo múltiples imágenes: portadas en diferentes publicaciones, anuncios, reportajes y reseñas gráficas en periódicos y revistas, postales -en su mayoría coloreadas-, algún retrato al oleo y no pocas caricaturas.
En su corta carrera artística, de apenas 15 años, hay que distinguir al menos dos épocas: una primera, más natural, en sus comienzos, donde aparece una Fornarina más rolliza(1), con el pelo oscuro y un vestuario teatral, caracterizado por el corsé. el can-can (en su sentido de enagua armada con volantes) y los mantones floreados; y una segunda etapa más sofisticada, tras sus éxitos internacionales, muy influenciada por los gustos de José Juan Cadenas. El periodista le aconsejó que se tiñera el pelo de rubio y que adoptara el estilo de últimas modas de París, donde un tal Poiret estaba desterrando el corsé del guardarropa de las mujeres.
Del color de ojos de Fornarina tengo informaciones algo contradictorias, aunque me inclino a creer que las referencias a sus "ojos glaucos" son más recreación poética que realidad.
Del color de su pelo, sabemos que era castaño por naturaleza y de un rubio, que se adivina oscuro, por vocación. De los procesos de decoloración del cabello a principios del s. XX no tengo demasiada idea, aunque los imagino basados en el uso del agua oxigenada con pocos escrúpulos y ningún remordimiento.
En España se habló mucho de una "rubia Fornarina" aunque en postales y fotografías apenas se aprecia ese tono, más que como un reflejo luminoso. En todo caso, la imagen que nos ha llegado de ella es más el de la morena racial del pasodoble "Clavelitos" que el de la rubia angelical de la "Canción del Rhin".
La imagen de cupletista aflamencada fue una
de las más populares
Si nos atenemos a sus rasgos, hoy en día su nariz nos parece demasiado prominente, incluso algo torcida; sus cejas, espesas y con una forma demasiado recta; sus ojos, almendrados y con una caída de párpados que en todas las épocas se ha considerado de gran sensualidad; su boca, de labios finos y bien perfilados, al gusto de entonces; el tono de su piel parece en las fotografías luminoso y uniforme; la forma de su cara, ovalada y los rasgos, en conjunto, simétricos -de ahí su fotogenia frontal, aunque su perfil fuera también de una gran plasticidad.
En cuanto al cuerpo, también hay dos etapas: una primera de cupletista de rotundas carnes al gusto patrio y una segunda, como ya os he indicado anteriormente, más parisina, más sofisticada, de cantante avant-la-lettre, adelantada a su época: no mucho más delgada pero si con trajes de corte imperio que la estilizaban más. No debía ser muy alta, pero sí bien proporcionada, dando sensación de una esbeltez que por entonces no era lo más común entre las cupletistas.
En 1914 la influencia de la moda parisina en Consuelo
es ya muy evidente: si lleva corsé, no se nota
Sabido es el gusto de Fornarina por las joyas, más concretamente por los diamantes. En esto no fue original, ya que todas sus compañeras de fortuna o infortunio, tenían en gran aprecio los regalos en joyas de sus admiradores o incluso invertían casi todas sus ganancias del teatro en las joyerías, aunque los bienes inmuebles (el ansiado "hotelito") también estaban entre sus preferencias en cuanto a inversión de futuro.
En una entrada posterior os hablaré del famoso "escándalo de los brillantes de La Fornarina", que llevó a Consuelo a demandar a un joyero que, al parecer, la habría estafado. Con o sin estafa, a su muerte sus herederos se llevaron un buen "pico" precisamente en diamantes.
De sus esmeradas toilettes sobre la escena, con joyas auténticas incluidas, se habló mucho en la prensa de la época y fue, junto con su encanto y su belleza contemporánea, uno de los rasgos definitorios de su estilo personalísimo.
En cuanto a la Fornarina artista, muy poco podemos decir de su forma de bailar, moverse e interpretar encima del escenario, ya que no nos han llegado testimonios filmados de sus actuaciones. En cuanto a su voz, en las pocas grabaciones que afortunadamente sí nos han llegado de ella, lo primero que nos sorprende es que fuera tan fina, atiplada, incluso chillona. Pero, si la comparamos con las grabaciones de otras artistas (Raquel Meller, Mercedes Serós, La Goyita, Carmen Flores, ...) la voz de Consuelo es precisamente la menos chillona, y su timbre posee unas tonalidades graves que las demás no tenían.
No era una gran cantante, pero su peculiar entonación aún puede apreciarse en estas grabaciones. En algunas ocasiones los nervios la traicionaban y su voz aparecía insegura, vibrante. Pero su público veía en ese fallo la pura emoción y el candor que entonces tanto se valoraba.
Nunca fue por lo visto una gran bailarina -ni lo pretendió: ella era cantante-, y no poseía un gran sentido de la coordinación, según algunos críticos cuyas opiniones nos han llegado. Pero quien la vio en escena, siempre recordaba su gran delicadeza y su insinuante, pero nunca vulgar, forma de moverse. En cuanto a su falta de coordinación, resulta paradójico que uno de sus números más famosos, "El Polichinela", lo realizara accionando una marioneta mientras cantaba y se movía por el escenario. Este número siempre fue uno de los mejor recibidos por su público, así que tan mal no lo haría ...
Y hasta aquí una descripción del físico de La Fornarina y de su estilo como artista. Del carácter de Consuelo y de la evolución de su personalidad, hablaré en otro intermedio.
Pues es consideración indudable y de opinión generalizada, que el interior del ser humano se merezca entrada aparte.
(1) Muy en sus comienzos, cuando era modelo de artistas, Consuelo estaba mucho más delgada. No sería descabellado imaginar que su delgadez se debía, simplemente, al hambre.
Bueno, que interesante! que post tan completito. Muchas gracias por pasarte por mi blog, un beso,
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