Cuando a finales del siglo XIX surge en España la moda del cuplé picaresco, sus intérpretes son principalmente extranjeras. Artistas francesas, italianas y alemanas -especialmente las primeras- traen a nuestro país una nueva forma de cantar que aquí aún no se conocía. En aquellos primeros escenarios, madrileños y barceloneses, las artistas locales no tardaron demasiado en apuntarse al invento, adaptándolo al gusto patrio y demandando letras en castellano o catalán. Más tarde el cuplé de tipo francés se mezclaría con la tradición de la copla española y lentamente iría "adecentándose", pero en su primera época cuplé y cupletistas fueron sinónimo de atrevimiento, obscenidad, vicio y pecado venido de fuera. Y no, no estoy exagerando en lo más mínimo.
Aquellos salones y cafés cantantes pioneros donde actuaban las primeras cupletistas sicalípticas estuvieron, en ocasiones, estrechamente relacionados con el mundo del alterne y, por ende, de la prostitución. No todas las chicas alternaron, por supuesto, pero algunas lo hicieron llevadas por la necesidad, otras porque simplemente les dio la gana y algunas de ellas, las menos, medraron en esta actividad más que en la escena y lograron pasar a la posteridad más por sus actividades galantes que por su talento... artístico. De este último grupo destacó, por innegables méritos propios, la figura de María Reyes. Y a ella le dedico esta corta entrada que espero que disfrutéis tanto como yo.
María Reyes, cupletista, bailarina y cortesana
He de empezar diciendo que, lamentablemente, de la Reyes quedan pocos datos, escasísimas reseñas, poco fiables informaciones y rumores nunca confirmados. De ella dice Álvaro Retana en su "Historia del arte frívolo" que fue
Retana, en el citado libro, le pone el nombre de Mariquita Reyes y aparecerá con este diminutivo o como María en la prensa indistintamente. En realidad se llamaba Estrella María Regina y había nacido en Sevilla en fecha ignorada, probablemente a finales de la década de los setenta del siglo XIX. Debutó en Madrid hacia 1899 en el "lindo teatro de Varietés, antiguo de Capellanes" en un espectáculo típico de variedades donde ella bailaba "con mucha gracia, sevillanas y tangos". Gracia, al parecer, tenía de sobra pero su talento no debía irle a la par. Daba lo mismo: su soberbia belleza rubensiana hizo que destacara desde el primer momento entre todas sus compañeras.
Siguiendo la moda de las Bellas del cuplé, en un principio aparecen referencias a ella como la Bella Estrella (en realidad su verdadero nombre) pero con el tiempo Estrella desapareció a favor de María aunque permaneciera intacta e incluso aumentada su belleza, que era sin duda la mayor de sus virtudes. Tenía una abundante melena de un rubio dorado, ojos claros, acaso azules, enmarcados por unas espesas cejas con cierta propensión a la unificación y un rostro armonioso. Rellenita en España, al gusto de la época, perdió peso tras su debut en París como bailarina. Su figura de "reloj de arena" con una asombrosa cintura de estrechez casi imposible, le debía algo al corsé pero mucho más a la genética. Sus orígenes pueden ser tanto plebeyos como burgueses o casi nobles (en el mundo del cuplé había de todo) pero su elegancia, tanto si era natural como adquirida, fue uno de sus encantos más innegables.
Después de actuar en España como bailarina especializada en los estilos flamencos de su tierra, es contratada por el Casino de París. Frente al público francés, menos entendido en sevillanas y garrotines, bailó y cantó todo lo que tuvieron a bien pedirle, triunfando discretamente pero triunfando al fin. Se hablaba de su particular estilo como artista, que era tanto como decir que no se ajustaba en realidad a ninguno, pero su belleza no pasó inadvertida entre los parisinos y es allí donde pulió su imagen y donde, con toda seguridad, se aficionó al champán y a los diamantes.
Cuando volvió a España fue considera como "bailarina española extranjerizada" en el mismo grupo de la Romero, Carolina Otero, la Tortajada, la Guerrerito, Saharet o Luz Chavita, estas dos últimas con cierta justificación: ambas eran francesas de verdad que se hacían pasar por españolas de mentira. En fin, un lío, pero el caso es que a Mariquita aquí nadie parecía tomarla en serio, así que salió escopetada de nuevo al extranjero, esta vez contratada por el teatro Alhambra de Bruselas. De ahí, de nuevo a París para volver a España, contratada por el salón Actualidades de Madrid, no sin antes actuar en Barcelona. Al regresar de sus giras por el extranjero el público español la encontraba cada vez más seductora, más elegante, más estilizada y más cargada de brillantes.
Su nombre desaparece de las carteleras de repente, sin que nadie se pregunte la razón acaso por ser esta ya sabida o acaso por no importar demasiado. En Madrid su figura es reconocida y totalmente reconocible por el lujo que exhibe. Gusta de lucirse por la Castellana en su coche tirado por dos soberbios caballos, dando que hablar a damas y caballeros por el buen gusto que muestra en sus toilettes. Y si las mañanas las ocupa en tales paseos, las noches la encuentran hasta la madrugada disfrutando de su gusto por la vida disipada. Pasa de ser una bailarina de variedades a una cocotte sin apenas transición y sin arrepentimiento alguno. Siempre hay algún caballero que gustoso cubre sus gastos excesivos y se muestra indulgente ante su marcado hedonismo, aunque estos temas se trataban con discreción y entre los nombres que en su historial figuraron sólo ha llegado hasta nosotros uno, y ni tan quisiera eso, pues se trata de un rumor nunca confirmado.
Aquellos salones y cafés cantantes pioneros donde actuaban las primeras cupletistas sicalípticas estuvieron, en ocasiones, estrechamente relacionados con el mundo del alterne y, por ende, de la prostitución. No todas las chicas alternaron, por supuesto, pero algunas lo hicieron llevadas por la necesidad, otras porque simplemente les dio la gana y algunas de ellas, las menos, medraron en esta actividad más que en la escena y lograron pasar a la posteridad más por sus actividades galantes que por su talento... artístico. De este último grupo destacó, por innegables méritos propios, la figura de María Reyes. Y a ella le dedico esta corta entrada que espero que disfrutéis tanto como yo.
María Reyes, cupletista, bailarina y cortesana
He de empezar diciendo que, lamentablemente, de la Reyes quedan pocos datos, escasísimas reseñas, poco fiables informaciones y rumores nunca confirmados. De ella dice Álvaro Retana en su "Historia del arte frívolo" que fue
"Elegantísima, enemiga del agua por solidaridad con el champán, (y) opuesta a lucir joyas que no fuesen de brillantes(...)".
En esta imagen se puede apreciar, a pesar de su mala calidad, la excepcional figura de la Reyes |
La larga cabellera de María, rubia natural, era uno de sus más llamativos rasgos físicos |
María, agarrada a sus perlas, pensando en un futuro que se presentaba halagüeño |
Mariquita ataviada al estilo "remordimiento español" que tanto gustaba fuera de nuestras fronteras |
Mariquita luciendo la inevitable mantilla de blonda y el no menos inevitable abanico |
Don Jaime de Borbón y Borbón-Parma y su impresionante mostacho (fuente: Wikpedia) |
La Reyes tenía una prestancia señoril que sin duda le ayudó a entrar en el mundo de la "galantería encopetada" |
"Hay quien pasa la vida
en ese eterno juego
de hacer caer a la mujer, y luego
rehabilitar a la mujer caída"
La "Bella Estrella" María Reyes, una de las más olvidadas de los tiempos del cuplé |
La figura olvidada de Mariquita Reyes ha sufrido la peor de las traiciones posibles en lo que a recuerdos se refieren: la que le infligió Álvaro Retana, sin duda alguna, involuntariamente.
En la breve reseña a ella dedicada en sus "Historias del arte frívolo" menciona un suceso en el que presuntamente se vio implicada, la estafa que se hiciera a un prestamista famoso conocido como "El Cantinero". Su proceso, en el verano de 1906, fue difundido por la prensa con profusión ya que poseía los elementos con los que se conforma una buena crónica de sucesos: juicio público, delito económico de gran cuantía, personajes conocidos y una atractiva mezcla de bajos fondos y buenos apellidos. Retana coloca a la Reyes como una de las "personas de distinguida posición social (que) estafaron millón y medio de pesetas" al prestamista. Pero no fue así. Retana escribió su reseña biográfica casi sesenta años después del suceso y su memoria le traicionó: la implicada en la estafa se llamaba María Reina, no Reyes, y ni siquiera era artista.
Retana quería tanto a las chicas del cuplé y sentía tanta simpatía por las más frívolas o las más desdichadas que no podemos hacer otra cosa que perdonar su error. Y, además ¿qué no le perdonaría yo a Retana, a quien tanto debo?
Retana, cariacontecido, al darse cuenta de su error con la pobre Mariquita Reyes |