La relación de José Juan Cadenas y Fornarina fue, como ya hemos visto, cualquier cosa menos convencional y estable. De cara a la opinión pública tenían oficialmente un noviazgo, larguísimo noviazgo, que no llegó nunca al matrimonio. De hecho vivían "amancebados", que era el nombre con que entonces se denominaba a la convivencia de pareja sin papeles ni altares de por medio.
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La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época
viernes, 21 de enero de 2011
LA FORNARINA X: Manón
La relación de José Juan Cadenas y Fornarina fue, como ya hemos visto, cualquier cosa menos convencional y estable. De cara a la opinión pública tenían oficialmente un noviazgo, larguísimo noviazgo, que no llegó nunca al matrimonio. De hecho vivían "amancebados", que era el nombre con que entonces se denominaba a la convivencia de pareja sin papeles ni altares de por medio.
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sábado, 1 de enero de 2011
LA FORNARINA IX: Volver
El 4 de mayo de 1910 Fornarina debuta en el Teatro de la Comedia de Madrid, tras las funciones de tarde y noche de "La viuda alegre". La fecha y el lugar son de gran relevancia en la trayectoria de Consuelo: por una parte significa su regreso triunfal a España después de tres años de éxito internacional y por otra parte enmarca esta reaparición en el mejor de los escenarios posibles, un teatro “serio” y hasta entonces cerrado al cuplé, considerado todavía como género ínfimo. Aunque las cosas ya habían empezado a cambiar.
El éxito de las antaño infravaloradas cupletistas y especialmente el de Fornarina en prestigiosos escenarios del resto de Europa, lleva a los empresarios y al público español a un replanteamiento en su consideración del cuplé y sus descocadas representantes y, a su vez, tanto éstas como los autores buscan un acuerdo en formas y contenidos para poder llegar al gran público, esto es, mujeres y familias. Los salones, cafés-cantantes, barracas y teatruchos destinados a un público mayoritariamente masculino, comienzan a desaparecer o a adaptarse a los nuevos tiempos. A su vez los teatros prestigiosos, como el ya citado de la Comedia en Madrid, abren sus puertas a los nuevos repertorios del cuplé.
Fornarina en este sentido es una especie de precursora y abre las puertas a las que, aunque en algunos casos son contemporáneas, llegarían después de ella a ser reconocidas cancionistas de un género que ya no se consideraría ínfimo, extraordinarias artistas aptas para todos los públicos, tales como Raquel Meller, Mercedes Serós o La Goya.
El repertorio de Fornarina se adaptará a los nuevos tiempos e irá incluyendo hasta el final de su carrera títulos más románticos y sentimentales, como “La canción del Rhin” o “El primer amor”, juguetones e ingenuos como “El diávolo francés”, cantados en francés como “La Paraguaya”, patrióticos como “La bandera”, humorísticos sin más como “El ojo de cristal”, lo que hoy llamaríamos folklóricos como “Clavelitos” o decididamente melodramáticos como “El último cuplé”. No abandonará nunca del todo lo picante y sugerente como es el caso de su gran éxito “El sátiro del ABC” y “¡Ni una palabra más!” o lo todavía rematadamente sicalíptico como “La llave”, pero también han cambiado las formas y la rubia Fornarina que canta estos temas es más dulce, más comedida en sus gestos y sus maneras son más delicadas en la insinuación. Abandona el “uniforme de cupletista” y sus toilettes, a la última moda de París, han sido estudiadas hasta el último detalle, dejando a un lado el exceso de plumas, lentejuelas, volantes y bisutería. Sus trajes están realizados para la escena pero su corte y los tejidos empleados son de primera calidad y estilizan dentro de lo posible su figura, siempre algo rotunda a la manera española. En cuanto a las joyas, no pueden ser otra cosa sino auténticas. Fornarina reaparece, en dos palabras, “suavizada y pulida” tal y como la definió su gran admirador, autor de algunos de sus temas y personaje muy a tener en cuenta, Alvarito Retana.
En su debut en el teatro de la Comedia una aterrorizada Consuelo observaría, antes de salir a escena, al encopetado público del prestigioso local formado por hombres y mujeres de la mejor sociedad madrileña, esperando ansiosamente unos y otras –especialmente las otras- la aparición de la tan gentil como "perversa" divette. Han pagado su entrada para poder apreciar en rigurosa primicia la transformación de Fornarina, la transformación en realidad de todo un género, como un entomólogo observa y estudia detenidamente la metamorfosis que lleva a un gusano a convertirse en mariposa. Y mientras, la mariposa, empachada a base de infusiones de tila, sales inglesas y agua de azahar, susurra tras el telón "... si me silban, me muero".
Sin embargo Consuelo no tenía demasiados motivos para sus temores ya que, con toda probabilidad, la disposición de este público era a priori bastante positiva, no en vano habían transcurrido tres años de inmejorables noticias sobre los éxitos europeos de Fornarina. Además, ésta no había abandonado nunca del todo al público español, regresando cada primavera para actuar en Madrid durante unos días. El avispado empresario de la Comedia Tirso Escudero, no se hubiera arriesgado tanto de no haber tenido por seguro el éxito de la cupletista.
De su buena relación con la prensa –algo que Consuelo procuró alimentar durante toda su carrera- nos da idea el famoso banquete que en su honor se celebró en la sala Parisiana el 13 de mayo de 1910. Una radiante aunque algo azorada Fornarina se nos aparece en las fotos de este acto con un extraordinario sombrero, blusa de lamé (2) e impecable traje sastre con falda de talle alto, guapetona y elegante. Por cierto, que a costa de uno de los reportajes gráficos de este acto, el de la revista "Comedias y Comediantes", hubo cierta rechifla durante un tiempo: “La Fornarina, ríe”, “La Fornarina, brinda” y “La Fornarina, bebe” eran los textos a pie de foto, tan poco originales como obsesivos, que registraban casi minuto a minuto todos los pasos de la simpática Consuelito. De sus otras actividades durante el banquete y de su posible tratamiento a pie de foto, se especuló lo suyo durante un tiempo…
La Fornarina, ríe. La Fornarina, brinda. La Fornarina, bebe.
La celebración de banquetes en honor a una artista famosa no era infrecuente. Poco después del de Fornarina se celebró otro para agasajar a su rival, la Chelito. Y unas semanas más tarde se llegó incluso a homenajear a una tal Madame Pimentón, cantante callejera muy famosa en el Madrid de aquellos años, aunque en este caso el homenaje no estaba desprovisto de cierta dosis de guasa.
El banquete de Fornarina en particular nos ha dejado un curioso reportaje gráfico, en el que una Consuelo que se sabe hermosa, elegante, segura de si misma e íntimamente orgullosa, brinda con champagne ante la opulenta y ornamentada mesa en el salón de Parisiana. Más tarde, Fornarina toma el café después de la comida (con su preceptivo vaso de agua incluido), sentada ante un sencillo velador de la terraza, abrigada hasta con bufanda debido al frescor de la primavera madrileña. Pero en todo momento se encuentra rodeada exclusivamente de hombres, no en vano el homenaje había sido promovido por el Ateneo madrileño, feudo masculino por excelencia.
No hay ni una sola mujer invitada en el evento, por no haber, ni siquiera hay camareras. Consuelo se yergue, hermosa y joven, con su encantadora sonrisa, y brinda su agradecimiento, su orgullo y su más o menos genuino rubor a la admiración de los hombres que le rodean. Es su consecuencia, está allí por ellos y para ellos, se debe a su público como cualquier otro artista pero, al mismo tiempo, su exposición a las miradas, a la admiración o a los deseos de estos hombres, le hace especialmente vulnerable, devastadoramente desprotegida.
Cualquiera de estos caballeros que gustosamente le hubieran ofrecido su abrigo contra el frío, su rendida y absoluta admiración eterna, un collar de diamantes o un ventajoso contrato publicitario, son los mismos que años después no asistirán a su entierro, los mismos que, de no haber mediado su temprana muerte, hubieran ignorado a una madura Consuelo y hubieran organizado otro banquete en honor de la siguiente cupletista de moda, más hermosa, más ambiciosa y , sobre todo, más joven.
A finales de este mismo año aparecen en los periódicos reseñas sobre el debut de una diseuse llamada Manon: joven, guapa, elegante, de voz fina y cuerpo precioso, son algunos de los calificativos que se le dedican, además del de "envidia de Fornarinas y otras". Detrás de Manón está José Juan Cadenas, detrás de él está Fornarina. Y ya tenemos así formado un triángulo de lo más interesante para la siguiente entrada.
(1) El hotelito era el nombre popular que se le daba a una mansión en la ciudad, algo así como un chalet con jardín pero en el casco urbano o a las afueras. Lo que en Cataluña se denomina torre.
(2) El lamé es un tejido realizado con hilos metalizados, generalmente dorados o plateados.