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La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época
viernes, 31 de diciembre de 2010
jueves, 30 de diciembre de 2010
Intermedio: Incidente en el coche-cama
Dos figuras de mujer se apresuran por el andén de la estación, seguidas por el mozo que porta el equipaje. Doña Benita Barranco, señora de Trijueque y su doncella Angustias Olmedillo corren por el andén de la estación de Mediodía como almas llevadas por el diablo de las prisas. Son las dos menos veinte de la tarde de un mes de junio madrileño del año del Señor de 1908. Bajo el techo acristalado de la estación, el tórrido calor hace creer a doña Benita que, con poco empeño que se pusiera, en este mismo lugar de la llanura castellana podrían desarrollarse fácilmente especies tropicales, de esas que resisten las temperaturas más disparatadas. Pero para disparate, tal pensamiento, se dice doña Benita. Ya en la cincuentena, más que oronda aunque afinada por férreo corsé, lleva el sombrero ladeado, la pluma torcida y no hace más que abanicarse con un ejemplar de "La Esfera" que acaba de comprar en el kiosko de la ronda de Atocha.
jueves, 9 de diciembre de 2010
LA FORNARINA VIII: La conquista de Europa
Consuelo se instala en París, como prueba el hecho de que figurara como su dirección el número 49 de la rue Godot de Mauroy de la capital francesa(1), a efectos de su inclusión en las listas de la Asociación de Artistas de Variedades de España. Esta dirección, acaso un apartamento alquilado por ella y Cadenas, acaso la sede de la agencia Marinelli, se encontraba muy cerca del teatro Olimpia, de la Opera Garnier (la seria) y de La Madeleine.
La relación con José Juan sigue teniendo sus altibajos. En su calidad de corresponsal de ABC, Cadenas viaja por toda Europa durante estos años, enviando reportajes desde Roma, Berlín, Viena y otras capitales europeas, siendo excepcional testigo del final de la Belle Époque y de la decadencia de los antiguos regímenes. La Gran Guerra -nombre por el que se conoció la Primera Guerra Mundial hasta que acaeció la Segunda- se cernía ya sobre el continente europeo dando vagas pero incontestables señales de vida o, mejor dicho, de muerte. Mientras tanto, unos años antes de convertirse en corresponsal de guerra, Cadenas envía al ABC crónicas de todo tipo, la mayoría de ellas sobre los políticos y las monarquías, otras sobre la vida cultural e, incluso, sobre moda. Acaso las más curiosas de estas crónicas fueron las que protagonizaba un tal Don Procopio, español de Zaragoza por más señas. Este personaje ficticio, una especie de prototipo del españolito de posibles, vive en la Ciudad Luz toda clase de aventuras y desventuras, más de estas últimas que de las primeras debido a su afán conquistador y a su actitud de "todo vale" en la supuestamente pecaminosa ciudad de París.
Entre 1907 y 1910, año en el que regresaría a España en olor de multitudes, Fornarina tendrá en París su centro de operaciones, desde el que se trasladará para sus diversas actuaciones por toda Europa: salas y teatros como el Alhambra de Londres, el Palais Soleil de Montecarlo, el Folies Bergère y el Apollo de Berlín, el Kursaal de Lucerna, así como en Viena, Hamburgo, Leipzig, Budapest, San Petersburgo, Copenhague, Suecia, Noruega, ... y en su Madrid del alma, of course.
Su repertorio, en español y francés, es más recatado, más dulce, más delicado que el de sus comienzos. Cuando tiene que ser picante subraya con gestos atrevidos pero al mismo tiempo elegantes el mensaje de la canción. Puede ser de una gran discreción, casi rayana en la timidez o subrayar la melancolía de alguno de sus temas con unas oportunas lágrimas. Es ya toda una artista del cuplé, y convierte cada una de sus canciones en toda una pequeña historia emocionante, conmovedora, alegre o excitante. Sus toilettes son deslumbrantes, abandonando el uniforme de cupletista por esmerados atuendos confeccionados en los mejores talleres parisinos para espectáculos, como el del modisto Pascaud.
Y entre actuación y actuación su vida en París fue tan maravillosa como podríamos imaginar. Además de su colaboración artística, Quinito y Consuelo son grandes amigos y junto a José Juan Cadenas -a menudo en su ausencia-, recorrían los bulevares y cafés parisinos. Alternaban con otros artistas del espectáculo tanto franceses como con compatriotas españoles o de otras nacionalidades. París los acogía a todos, para todos tenía un público expectante, ansioso de novedades y muy entendido que, en contrapartida, no a todos coronaba con los laureles de la fama.
Era el París de las grandes figuras del music-hall y de los espectáculos de cabaret, con mayores medios y tradición que en España y un tono bastante más atrevido. Estrellas cuya luz ha llegado hasta nosotros como la incombustible Mistinguett, la mítica Yvette Guilbert, un principiante Maurice Chevalier, la exótica y muy original Polaire(2) y su amiga, la célebre escritora Colette, entre muchos otros.
Pero para célebres las extraordinarias cocottes y demi-mondaines de la Belle Époque. En 1907, cuando Consuelito llega a París, algunas de ellas debido a su edad están ya en franca retirada, pero hay otras aún esplendorosas, rodeadas todas ellas de un aura de belleza y estilo, lo que hoy en día llamaríamos glamour.
Algunas de aquellas mujeres fueron: La Bella Otero, Tórtola Valencia, La Tortajada, españolas las tres, la italiana Lina Cavaliéri, la holandesa Mata-Hari, las francesas Lian de Pougy, Emilienne d'Alençon, Cleo de Mérode o Loïe Fuller. Cantantes, bailarinas o diseusses de gran o escaso talento, todas hermosas como diosas, adornadas con fabulosas joyas, rodeadas de admiradores, caprichosas, atrevidas, originales y modernísimas a la manera de su tiempo. Mimadas criaturas del mal, adoradas como diosas paganas, seguidoras de algún que otro vicio, causantes de casi todos ellos ...
Tan sólo en la época dorada de Hollywood surgiría otro grupo de deslumbrantes estrellas que pudiera competir en encanto y glamour con aquellas irrepetibles criaturas de la bella época. Flores únicas, de rara y espectacular belleza, los vientos terribles de la guerra las deshojó a casi todas, cuando los gustos del público -y de los hombres- cambiaron radicalmente.
Y en este París, en esta Europa extraordinaria anterior a la Gran Guerra, Fornarina vive su momento más dulce y, por qué no decirlo, el más lucrativo. A sus veintipocos años ya está empezando a planificar, como por otra parte hacen todas sus compañeras del cuplé, una retirada de lujo a través de las joyas, el hotelito, los bienes inmuebles, los depósitos, intereses, acciones y todo lo que sirva para darle seguridad a una mujer como ella: la hija de la calle hoy encumbrada que sabe que tarde o temprano en la calle terminará, si antes no sabe asegurarse el porvenir.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Intermedio: La tragedia del cuplé
Las Soeurs Surger, hermanas francesas
a la manera cupletista
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Las Hermanas Conesa en una postal de la época. Teresita es la de la izquierda |